Hablar de Alberto Spencer es hablar de
una gloria del fútbol sudamericano. Para aquellos muy jóvenes, Alberto Spencer, era un futbolista ecuatoriano, un delantero como pocos, y es considerado
como uno de los 20 mejores futbolistas sudamericanos del Sigo XX (Federación
Internacional de Historia y Estadística de Fútbol, a tal punto que el Estadio
Modelo de la ciudad de Guayaquil, lleva su nombre: Modelo Alberto Spencer
Herrera.
Alberto Spencer nació un 6 de
diciembre de 1937, y falleció el 3 de noviembre de 2006, a los 68 años.
Justamente en ese mismo año 2006, tuve el
honor de poder conocerlo, y compartir un café con este monstruo del fútbol. Vaya
privilegio, de compartir un espacio de un par de horas en su despacho del
Consulado de Ecuador (cuando se retiró del fútbol, fue nombrado Cónsul
permanente de su país, con un trabajo sin pausas por tender puentes entre los
pueblos uruguayo y ecuatoriano). Vaya honor de hablar de la vida, de su vida,
del fútbol.
Cuando comencé con este blog, rescaté
este documento grabado de la charla que tuve con Don Alberto (así me gusta
llamarlo), y que además seguramente debe de haber sido de las últimas charlas
que él haya tenido seguramente. Para mi una joya que mantengo guardada no
solamente en los papeles, sino en mi memoria.
Fui a verlo exclusivamente para que me
hablara del día después, de este tema que hemos ya iniciado en este blog, y
terminé conociendo su vida, sus anécdotas, sus glorias, pero principalmente
terminé conociendo a un hombre con una humildad y sencillez, fuera de lo común,
un hombre con un profundo sentido de la humanidad. Un ejemplo dentro y fuera de
las canchas.
Que lo disfruten estimados lectores,
los que lo vieron jugar y los más jóvenes como ejemplo de vida profesional.
"Spencer es el jugador que no
dice nada…pero cuando entra en juego lo dice todo. Es el sprinter que sólo pica
cuando llega. Pero cada vez que llega la alcanza. Y cada vez que pica
llega…". Así lo describía la revista argentina El Gráfico el 24 de mayo de
1966, cuando debía informar el triunfo de Peñarol de Uruguay frente a River
Plate de Argentina, en la Copa Libertadores en Chile.
Además de consagrarse 8 veces campeón
uruguayo (llegó a disputar la final de 1959, realizada en marzo del año
entrante, y luego se coronó en 1960-61-62-64-65-67-68), Alberto Spencer fue
tricampeón de América con Peñarol en 1960, 61 y 66. También se tituló campeón
Intercontinental en 1961 frente al Benfica y en 1966 ante el Real Madrid, a los
que les marcó en conjunto nada menos que 6 goles en 6 enfrentamientos.
En 1971 fue
repatriado a su tierra por el popular Barcelona Sporting Club y, como era de
esperarse, resultó campeón del Ecuador, impactando 18 veces la red en 38
participaciones. Ya antes de viajar a Peñarol había registrado 101 goles para
Everest. En Peñarol formó una delantera célebre: Abbadie, Rocha, Spencer,
Cortés y Juan Joya, puntero izquierdo peruano. En Barcelona hizo dupla con otro
peruano fabuloso: Pedro "Perico" León, quien brillara en el Mundial
de 1970.
"Su figura
morena está adherida para siempre a la historia de la Copa. Parecía un puma
agazapado y expectante en el bosque de zagueros de las defensas adversarias. De
pronto, como impulsado por un mágico trampolín, salía como un filoso cuchillo
de su vaina buscando la inmensidad del cielo. Y, cuando estaba en lo más alto,
cuando ya había superado en el salto a todos sus rivales, aplicaba el feroz
zarpazo. El final era siempre el mismo: el balón en el fondo de la red, los
defensas mirándose impotentes entre sí mientras él iba a desparramar su alegría
frente a las tribunas”.
Triple campeón de
América, máximo goleador de la Copa con una cifra inalcanzable: 54 goles. En el
deporte fue un profesional intachable, en el área era una fiera al acecho y en
sociedad era todo un caballero. Con ustedes el Señor Alberto Spencer.
-“Yo empecé a jugar en un pueblo, soy nacido
en Ancón, Ancón es un campamento minero del Ecuador que está ubicado a 130 Km.
de Guayaquil, que es el puerto principal de donde se extrae ahora el petróleo.
“
“Nací ahí, mi padre
es inglés porque en ese momento la compañía
que tenía arrendado esa parte del país, era una compañía inglesa. Mi padre fue
a trabajar a la empresa y ahí conoció a mi madre, se casaron y aparecí yo allá
por el 6 de enero de 1937”
Empecé a jugar a los
14 años, más o menos, pasé a jugar en el Everest de Guayaquil, que es un equipo
de la primera categoría de fútbol profesional de Guayaquil. Yo tenía un
hermano, que es mayor, que ya jugaba en Everest, jugaba en la selección de
Ecuador también, y fue el que por insistencia de los amigos de él, como ya vivía
en Guayaquil, cada vez que él iba a visitarnos a Ancón, los amigos me veían con
condiciones y esto y lo otro, hasta que al fin, lo apoyaron y lo molestaron
tanto que me llevaron a probar al Everest de Guayaquil.
Estuve obviamente en
el equipo principal, pero siempre de reserva, de repente ingresaba faltando 15
minutos, 20 minutos, como siempre, como se acostumbraba en la época, poco a
poco, hasta que llegó un momento cuando tenía 15 años, que los 10, 15 minutos que yo ingresaba siempre
hacía un gol por lo menos. Y claro, la prensa empezó a molestar (sonríe), ¡cómo
es posible que no lo pongan de titular!, no es posible que entre 3 minutos y
convierte. Y así también se animó el técnico y me puso de titular en un
partido. Y de ahí en adelante no salí más, porque tuve la suerte de hacer goles.
“En el año 1956 fui
nombrado el mejor jugador del país, y ya en
1957 fui a la Selección de Ecuador para jugar el Sudamericano en Lima,
al igual que en 1959 en el Sudamericano de Guayaquil, que ganó Uruguay. El
técnico nuestro era Juan López, campeón del mundo de 1950, y bueno, terminado
ese sudamericano, Juan me dice que no me comprometiera con nadie, que él cuando
regresara a Uruguay, iba a hablar con la
gente de Peñarol para recomendarme.
¿La verdad? No me
entusiasmó la idea para nada, porque yo ya había tenido propuestas de todos
lados de distintos países que me querían llevar, pero yo estaba cómodo en mi
país, estaba bien, no tenía problemas.”
“Efectivamente a
comienzos de 1960, apareció el presidente de Peñarol, Don Gastón Guelfi. Llegó la
prensa a mi casa a decirme que él había llegado para contratarme. Bueno se
pusieron de acuerdo con la directiva de mi club y se logró la transferencia. En
el año 60, a mitad de febrero de ese año arribé aquí a Montevideo.”
Era
toda una experiencia nueva salir de su país, seguramente muy duro dejar toda la
familia...
Sí, fueron unos días,
unos meses, unos años bastante crueles,
realmente, porque la verdad que se extraña.
Pero, fue una etapa
muy linda la que pasé, que disfruté mucho. Se lograron torneos locales,
internacionales, todo lo que un equipo ansía lograr, se consiguió en esa década
con Peñarol.”
¿Cómo
se acostumbró a ese paso, digo, sobre todo, por lo que Usted me acaba de decir,
que en Peñarol fue una década que se logró todo, como es que la persona, el
jugador, se acostumbra a la idea de ser un ídolo?
“Es difícil tener que
soportar esa carga, de que la gente a uno lo quiera como ídolo, lo idolatre en
todo momento, en fin las fotos, los autógrafos y todo eso.”
No deja de ser lindo porque alimenta el ego de uno, pero debe de ser una presión muy grande ¿no?
“Es tremendo. Todo el
día siendo controlado, no se puede ir a cualquier lado, no se puede ir con
cualquiera, entonces es difícil, muy difícil. Uno llega al restaurante, y bueno
ya está un enviado para ver qué es lo que como, que no como, es complicado”.
“Y por otra parte es
beneficioso, es lindo, obviamente que a uno lo quieran, lógicamente, porque
nadie quiere que lo insulten, pero es un peso grande estar representando al
fútbol, en este caso, a la sociedad en general. , porque obviamente, yo al
sentirme ídolo de chicos y grandes, tenía que ser un ejemplo, y por suerte siempre, en esa parte, en esos
códigos, me manejé bien, no tuve nunca ningún problema con nadie”.
Y
con su clásico rival el Club Nacional también no tuvo problemas...
(Risas)…” Sí, sí,
todo bien, es más, congeniamos más una vez que dejé de jugar, con varios
jugadores de Nacional de aquella época. Toda la gente de Nacional fue siempre
muy respetuosa conmigo, porque teóricamente dentro de la cancha siempre uno va a
defenderlo de uno, pero una vez que termina el partido, ya es otra cosa
diferente, de tal forma que ya fuera de
la cancha es otra la diferencia, y la forma de comportamiento con toda la
gente”
¿Recuerda
exactamente el día que Usted dijo, bueno no juego más, es mi último partido?
“Sí, sí, esto fue, el
día exacto no pero, en todo caso si fue por febrero del 1970. Yo jugué un
partido amistoso, en verano, contra Vasco de Brasil, siendo titular, ganamos
ese partido, yo hice un par de goles. Y
llegué a casa y conversé con mi señora; y le digo: ¿sabes qué? No quiero
jugar más, la verdad ya no puedo más, mucho stress, mucho problema, mucho
cansancio, voy mañana a hablar con la directiva para decirles que me voy.”
“ Y efectivamente, al
día siguiente hablé con la directiva, con el Presidente Guelfi, (yo era como un hijo para él), pues fue el
que me trajo, y le dije: “-Mire me voy
Sr. Presidente” y me preguntó qué
pasaba, por qué, y le dije: “-No puedo más, no aguanto más, la verdad señor”
“Además ya se venía
transformando todo, Rocha se había ido a Brasil, al San Pablo, Abbadie también
se había ido, Joya, Figueroa, etc., una cosa tremenda, se iba todo el mundo”
“Sólo yo iba quedando
de todo el grupo ese del 70, de esa década. Digo, acá vamos a irnos porque se
venía dando ese cambio generacional, y cuando yo no entre a meter goles, ya van
a empezar que el viejo tiene la culpa, y mejor me voy dije, y me fui.”
“Fue un escándalo
tremendo cuando me retiré porque Peñarol llamó a Conferencia de Prensa, toda la
hinchada, bueno parte de la hinchada, llegó a la sede a pedir que no me retire,
pero claro, la decisión mía estaba tomada. Es difícil, es difícil y en un
equipo grande como Peñarol, mantenerse once temporadas de número 9, titular más
todavía. Quiere decir que ese 9, todos los domingos tiene que hacer goles,
¿sabes por qué? Porque sino lo cambian, a un tipo grande lo cambian”
“Y además, vinieron
varios, vino el tanque Rojas, vino Ruben Cabrera, vino el Pepe Sasía, vino Lito
Silva, vinieron... no sé cuantos, bueno siempre venían, pero por suerte yo
siempre era titular, pero le repito Sr. Gonzalo, que es muy difícil llevar esa carga con la
responsabilidad de todos los domingos tener que hacer un gol, por lo menos”.
“Tener que caerle
simpático al hincha, al periodista, al directivo, estar lejos de la familia,
complacer a los amigos que también sufren cuando uno no convierte, y el hincha
de al lado lo insulta. Eso es lo que siempre me motivó para permanecer hasta
hoy, aquí en Uruguay. Pero de todas maneras después de toda esa carga ya llegaba
el momento que no daba para más”
¿Qué
pasa ese día, que Usted ya no juega más, resuelve hablar con la directiva,
decirles: bueno me voy ¿Qué pasa con su interior, con sus sentimientos, porque
bueno, convengamos no debe de ser fácil, levantarse al otro día, como si fuera
un día normal, ya no tiene que ir a practicar... prepararse mentalmente para el
partido de la semana... Parece que el proceso es fácil visto desde el ojo de un
hincha, pero creo que es mucho más complicado en lo interno y más aún para quien fue ídolo...
“-Sí, sí, pero la
verdad que para mí fue una sensación muy grata, y de alivio, porque, yo me
retiré siendo titular, me retiré y me llamaron del Palmeiras de Brasil para que
vaya a jugar, y yo les dije: ¡pero si tengo equipo!, no me voy porque no
quiero, me voy porque yo no aguanto más estar ahí atrás de las zonas de
concentración. Los chicos van creciendo así que me voy...”
Y no
sintió ningún deseo de volver...?
“Para nada. Me fui de Peñarol y me empezaron a molestar
del Barcelona de Guayaquil para que fuera a dar una mano, que tenía que
retirarme allá, en Ecuador, y bueno me convencieron tanto que fui hasta allá.
Llegué al hotel y les dije a los directivos, yo me quedo acá en el hotel, no
consigan casa, no consigan nada. Si yo no me adapto yo me voy, o si empieza por
ahí algún silbido, alguna cosa, chau, y
me dijeron: “no, no, Alberto, haz lo que quieras”.
“Y efectivamente, me
quedé con mi señora en el hotel todo el año. Salí campeón con el Barcelona,
salí goleador, y les dije a los directivos: “bueno, ya basta, ya está, ya me
voy”. Allá la hinchada del Barcelona, es igualita a la de Peñarol, grande,
bochinchera, ruidosa. Y bueno ahí me retiré de todo”.
“Tuvimos una década
tremendísima con Peñarol, la verdad que jugábamos acá el domingo, y salíamos
corriendo al aeropuerto que nos esperaba el avión para ir a Santiago, o a Perú,
o a Ecuador a cumplir con algún compromiso, era tremendo. Y después volvíamos a
Montevideo a concentrarnos porque teníamos otra vez que ir al Centenario, etc.
La verdad que fue una época tremenda tanto de Peñarol como de Nacional también,
pero disfrutable al mismo tiempo”
¿Todo
esto fue un proceso que Usted fue madurando con el tiempo, o fue ese día que
dijo no va más?
“-Yo ya venía
pensando en eso, por todo ese cambio generacional que se venía dando, y me
decía a mí mismo, me estoy quedando yo solo, y va a llegar el momento que digan
no al viejo este.”
Y ya
tenía pensado que hacer en ese día después...
porque la vida sigue su curso...
El Presidente Gastón
Guelfi, me dijo: ¿sabe qué Don Alberto?, vamos a ir arreglando sus cosas
primero. Usted va a ir haciendo su casa para que se vaya quedando. Y yo
construí mi casa en Carrasco, con la ayuda del presidente, no con la ayuda del
Club, sino de él, y me dijo además: “Vamos a conseguir un negocio para que te
retires”.
“Y bueno junto con el "Tito" Gonçalvez (Néstor), gran compañero en Peñarol, hicimos una sociedad y adquirimos
servicio (puesto de gasolina) en Malvín (una zona de
Montevideo), y bueno ahí tenía mi retiro con todo organizado”
¿Sintió
en algún momento el olvido de la gente, luego de ser un ídolo constante,
presente, con esa cosa que Usted me decía de ser una persona pública, vigilada,
observada? ¿Sintió ese cambio, de pararse a pensar y decir: ¡Epa!, ya no me
miran, no me piden tantos autógrafos?, porque la verdad se empieza a perder el
alimento que el ego tuvo durante toda la carrera...
“-Lógico, lógico, es
decir, uno se acostumbra a todos eso, hasta ese momento, las fotos, los
autógrafos, excelente... ¿sabe qué? Yo realmente, íntimamente siempre fui medio
reacio a ese tipo de cosas. Una foto, sí ¡cómo no!, por más que tuviera un mal
día, pero siempre fui así. De todas maneras, parece mentira, pero aún hoy la
gente, los chicos, es increíble, estoy hablando que jugué en los 70,
¡son como treinta años!, y los chiquititos, los más grandes ni hablar, en
cualquier lado es: ¡hola! Don Alberto, que tal, el autógrafo Alberto, la foto
Alberto”
Alberto,
Usted ha vivido muchas cosas, ha compartido porque ha tenido compañeros a los
que lo he escuchado mencionarlos con mucho cariño, pero que indudablemente no
todos han sentido o han vivido el mismo proceso que Usted. En cierta medida por
lo que significa su experiencia, y porque sé que sigue el fútbol de cerca, lo
he visto algunas veces en el estadio Centenario, y supongo que ha escuchado o
compartido algunas situaciones dramáticas de futbolistas que se retiran y no
tienen la misma “suerte” o “destino” que Usted ha tenido...entonces le
pregunto: la creación de una casa del Ex - futbolista para Usted, ¿qué le
aportaría a estas nuevas generaciones en cuanto a la preparación de su retiro?
“- Aportaría
muchísimo, sería excelente, de todo punto de vista. Es complicado para el jugador, una vez que se retira, no saber para
donde agarrar, no tener a alguien que lo aconseje, en fin es muy complicado.”
Además
el dejar el fútbol no deja de ser
también morir un poco ¿no?
“Sí, sí, porque
claro, uno fue criado en ese ambiente, viviendo solo para eso y no se preocupa
uno, para el día del retiro. Uno siempre está pensando en eso. Está viviendo
ese momento feliz. Estoy hablando de los buenos jugadores, de los grandes.”
“Hay una cosa que a
mí me ha pasado por ejemplo, que se la quiero contar: yo soy muy amigo de Oscar
Miguez, campeón del mundo de 1950, que cada tanto almorzamos juntos. Un día estábamos en un restaurant almorzando y
Omar me dice: “Mirá, ese que está ahí parado en el mostrador lo acaba de
contratar Peñarol”. En ese momento viene el dueño del restaurante que nos
conoce y le digo: -“Fulano, ¿quién era ese que estaba parado ahí contigo en el
mostrador? Y me dice: -“Ese es mengano, lo contrató Peñarol, pero Alberto yo le
dije a él que ustedes estaban en esta mesa y que los viniera a saludar pero me
contesto que no.”
“Y bueno, es difícil
para un jugador joven que está en esa función...” (Alberto me mira hasta con un
gesto de resignación)
“Otro ejemplo: siempre
vamos con Míguez a ese restaurant cuyo dueño era un jugador de Peñarol, ídolo
en Peñarol, Usted sabe de quien hablo,(Pablo Bengoechea, ex capitán de Peñarol,
hoy asistente técnico de Markarian en la Selección de Perú), y él viene siempre
a nuestra mesa, divino él, nos da un beso, y nosotros lo molestamos diciéndole:
“Pero vos todavía tenés que seguir metiéndote a la cancha como loco, junto con
éstos que están... ¿qué te pasa? No puede ser”. Entonces él nos contesta
siempre: “es difícil tratar con estos chicos, no te atienden, le empiezas a
hablar, a comentarles de la vida, se dan vuelta
y te dicen: “ya vuelvo, voy a preparar el mate”, y te dejan solo a vos
ahí, no te entienden, no te dan bola, ellos creen que toda la vida van a vivir
jugando al fútbol, y yo no pude más, es horrible”
Juro queridos amigos
que me hubiera gustado seguir esta charla por horas, pero los teléfonos
comenzaron a sonar, y creí que era momento de agradecer estos minutos, que
fueron un néctar para mi alma. Tener un enorme jugador en frente mío, y que me
brindara tanta atención como si él fuera uno más, me hizo sentir hasta con vergüenza, y pensar que en estos tiempos los grandes “ídolos” del fútbol mundial,
que mirando estadísticas no han ganado ni el 10% de estos monstruos, para
conocerlos hay que pasar por secretarios, marcar agenda, y encima en algunos
casos (y pobre periodistas), hasta cobran por una simple entrevista que no hace
más que beneficiarlos a ellos. Algunos de los ídolos de hoy, son ídolos de
televisión, se hacen creer inalcanzables, dioses eternos, y tal vez, por eso no
gozan de mi admiración.
Conocí a una enorme
gloria del fútbol. Tengo el gran orgullo de decir que conocí a Don Alberto Spencer.
Hasta la próxima...
Hasta la próxima...
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