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En los recovecos silenciosos de Montevideo, entre los callejones empapados de vivencias y los barrios donde late la esencia más pura de la v...

sábado, 23 de junio de 2012

YO CONOCÍ A ALBERTO SPENCER


Hablar de Alberto Spencer es hablar de una gloria del fútbol sudamericano. Para aquellos muy jóvenes, Alberto Spencer, era un futbolista ecuatoriano, un delantero como pocos, y es considerado como uno de los 20 mejores futbolistas sudamericanos del Sigo XX (Federación Internacional de Historia y Estadística de Fútbol, a tal punto que el Estadio Modelo de la ciudad de Guayaquil, lleva su nombre: Modelo Alberto Spencer Herrera.


Alberto Spencer nació un 6 de diciembre de 1937, y falleció el 3 de noviembre de 2006, a los 68 años.

Justamente en ese mismo año 2006, tuve el honor de poder conocerlo, y compartir un café con este monstruo del fútbol. Vaya privilegio, de compartir un espacio de un par de horas en su despacho del Consulado de Ecuador (cuando se retiró del fútbol, fue nombrado Cónsul permanente de su país, con un trabajo sin pausas por tender puentes entre los pueblos uruguayo y ecuatoriano). Vaya honor de hablar de la vida, de su vida, del fútbol.

Cuando comencé con este blog, rescaté este documento grabado de la charla que tuve con Don Alberto (así me gusta llamarlo), y que además seguramente debe de haber sido de las últimas charlas que él haya tenido seguramente. Para mi una joya que mantengo guardada no solamente en los papeles, sino en mi memoria.

Fui a verlo exclusivamente para que me hablara del día después, de este tema que hemos ya iniciado en este blog, y terminé conociendo su vida, sus anécdotas, sus glorias, pero principalmente terminé conociendo a un hombre con una humildad y sencillez, fuera de lo común, un hombre con un profundo sentido de la humanidad. Un ejemplo dentro y fuera de las canchas.
Que lo disfruten estimados lectores, los que lo vieron jugar y los más jóvenes como ejemplo de vida profesional.

 
"Spencer es el jugador que no dice nada…pero cuando entra en juego lo dice todo. Es el sprinter que sólo pica cuando llega. Pero cada vez que llega la alcanza. Y cada vez que pica llega…". Así lo describía la revista argentina El Gráfico el 24 de mayo de 1966, cuando debía informar el triunfo de Peñarol de Uruguay frente a River Plate de Argentina, en la Copa Libertadores en Chile.

Además de consagrarse 8 veces campeón uruguayo (llegó a disputar la final de 1959, realizada en marzo del año entrante, y luego se coronó en 1960-61-62-64-65-67-68), Alberto Spencer fue tricampeón de América con Peñarol en 1960, 61 y 66. También se tituló campeón Intercontinental en 1961 frente al Benfica y en 1966 ante el Real Madrid, a los que les marcó en conjunto nada menos que 6 goles en 6 enfrentamientos.

En 1971 fue repatriado a su tierra por el popular Barcelona Sporting Club y, como era de esperarse, resultó campeón del Ecuador, impactando 18 veces la red en 38 participaciones. Ya antes de viajar a Peñarol había registrado 101 goles para Everest. En Peñarol formó una delantera célebre: Abbadie, Rocha, Spencer, Cortés y Juan Joya, puntero izquierdo peruano. En Barcelona hizo dupla con otro peruano fabuloso: Pedro "Perico" León, quien brillara en el Mundial de 1970.

"Su figura morena está adherida para siempre a la historia de la Copa. Parecía un puma agazapado y expectante en el bosque de zagueros de las defensas adversarias. De pronto, como impulsado por un mágico trampolín, salía como un filoso cuchillo de su vaina buscando la inmensidad del cielo. Y, cuando estaba en lo más alto, cuando ya había superado en el salto a todos sus rivales, aplicaba el feroz zarpazo. El final era siempre el mismo: el balón en el fondo de la red, los defensas mirándose impotentes entre sí mientras él iba a desparramar su alegría frente a las tribunas”.

Triple campeón de América, máximo goleador de la Copa con una cifra inalcanzable: 54 goles. En el deporte fue un profesional intachable, en el área era una fiera al acecho y en sociedad era todo un caballero. Con ustedes el Señor Alberto Spencer.
                                                      
 -“Yo empecé a jugar en un pueblo, soy nacido en Ancón, Ancón es un campamento minero del Ecuador que está ubicado a 130 Km. de Guayaquil, que es el puerto principal de donde se extrae ahora el petróleo. “

“Nací ahí, mi padre es inglés  porque en ese momento la compañía que tenía arrendado esa parte del país, era una compañía inglesa. Mi padre fue a trabajar a la empresa y ahí conoció a mi madre, se casaron y aparecí yo allá por el 6 de enero de 1937”

Empecé a jugar a los 14 años, más o menos, pasé a jugar en el Everest de Guayaquil, que es un equipo de la primera categoría de fútbol profesional de Guayaquil. Yo tenía un hermano, que es mayor, que ya jugaba en Everest, jugaba en la selección de Ecuador también, y fue el que por insistencia de los amigos de él, como ya vivía en Guayaquil, cada vez que él iba a visitarnos a Ancón, los amigos me veían con condiciones y esto y lo otro, hasta que al fin, lo apoyaron y lo molestaron tanto que me llevaron a probar al Everest de Guayaquil.

Estuve obviamente en el equipo principal, pero siempre de reserva, de repente ingresaba faltando 15 minutos, 20 minutos, como siempre, como se acostumbraba en la época, poco a poco, hasta que llegó un momento cuando tenía 15 años, que  los 10, 15 minutos que yo ingresaba siempre hacía un gol por lo menos. Y claro, la prensa empezó a molestar (sonríe), ¡cómo es posible que no lo pongan de titular!, no es posible que entre 3 minutos y convierte. Y así también se animó el técnico y me puso de titular en un partido. Y de ahí en adelante no salí más, porque  tuve la suerte de hacer goles.

“En el año 1956 fui nombrado el mejor jugador del país, y ya en  1957 fui a la Selección de Ecuador para jugar el Sudamericano en Lima, al igual que en 1959 en el Sudamericano de Guayaquil, que ganó Uruguay. El técnico nuestro era Juan López, campeón del mundo de 1950, y bueno, terminado ese sudamericano, Juan me dice que no me comprometiera con nadie, que él cuando regresara a Uruguay, iba a hablar  con la gente de Peñarol para recomendarme.

¿La verdad? No me entusiasmó la idea para nada, porque yo ya había tenido propuestas de todos lados de distintos países que me querían llevar, pero yo estaba cómodo en mi país, estaba bien, no tenía problemas.”

“Efectivamente a comienzos de 1960, apareció el presidente de Peñarol, Don Gastón Guelfi. Llegó la prensa a mi casa a decirme que él había llegado para contratarme. Bueno se pusieron de acuerdo con la directiva de mi club y se logró la transferencia. En el año 60, a mitad de febrero de ese año arribé aquí a Montevideo.”

Era toda una experiencia nueva salir de su país, seguramente muy duro dejar toda la familia...

Sí, fueron unos días, unos meses, unos años bastante crueles,       realmente, porque la verdad que se extraña.
Pero, fue una etapa muy linda la que pasé, que disfruté mucho. Se lograron torneos locales, internacionales, todo lo que un equipo ansía lograr, se consiguió en esa década con Peñarol.”

¿Cómo se acostumbró a ese paso, digo, sobre todo, por lo que Usted me acaba de decir, que en Peñarol fue una década que se logró todo, como es que la persona, el jugador, se acostumbra a la idea de ser un ídolo?

“Es difícil tener que soportar esa carga, de que la gente a uno lo quiera como ídolo, lo idolatre en todo momento, en fin las fotos, los autógrafos y todo eso.”

No deja de ser lindo porque alimenta el ego de uno, pero debe de ser una presión muy grande ¿no?

“Es tremendo. Todo el día siendo controlado, no se puede ir a cualquier lado, no se puede ir con cualquiera, entonces es difícil, muy difícil. Uno llega al restaurante, y bueno ya está un enviado para ver qué es lo que como, que no como, es complicado”.

“Y por otra parte es beneficioso, es lindo, obviamente que a uno lo quieran, lógicamente, porque nadie quiere que lo insulten, pero es un peso grande estar representando al fútbol, en este caso, a la sociedad en general. , porque obviamente, yo al sentirme ídolo de chicos y grandes, tenía que ser un ejemplo, y  por suerte siempre, en esa parte, en esos códigos, me manejé bien, no tuve nunca ningún problema con nadie”.

Y con su clásico rival el Club Nacional también no tuvo problemas...

(Risas)…” Sí, sí, todo bien, es más, congeniamos más una vez que dejé de jugar, con varios jugadores de Nacional de aquella época. Toda la gente de Nacional fue siempre muy respetuosa conmigo, porque teóricamente dentro de la cancha siempre uno va a defenderlo de uno, pero una vez que termina el partido, ya es otra cosa diferente, de tal forma que ya fuera  de la cancha es otra la diferencia, y la forma de comportamiento con toda la gente”


¿Recuerda exactamente el día que Usted dijo, bueno no juego más, es mi último partido?

“Sí, sí, esto fue, el día exacto no pero, en todo caso si fue por febrero del 1970. Yo jugué un partido amistoso, en verano, contra Vasco de Brasil, siendo titular, ganamos ese partido, yo hice un par de goles. Y  llegué a casa y conversé con mi señora; y le digo: ¿sabes qué? No quiero jugar más, la verdad ya no puedo más, mucho stress, mucho problema, mucho cansancio, voy mañana a hablar con la directiva para decirles que me voy.”
“ Y efectivamente, al día siguiente hablé con la directiva, con el Presidente Guelfi,  (yo era como un hijo para él), pues fue el que me trajo, y le dije:  “-Mire me voy Sr. Presidente” y  me preguntó qué pasaba, por qué, y le dije: “-No puedo más, no aguanto más, la verdad señor”

“Además ya se venía transformando todo, Rocha se había ido a Brasil, al San Pablo, Abbadie también se había ido, Joya, Figueroa, etc., una cosa tremenda, se iba todo el mundo”

“Sólo yo iba quedando de todo el grupo ese del 70, de esa década. Digo, acá vamos a irnos porque se venía dando ese cambio generacional, y cuando yo no entre a meter goles, ya van a empezar que el viejo tiene la culpa, y mejor me voy dije, y me fui.”

“Fue un escándalo tremendo cuando me retiré porque Peñarol llamó a Conferencia de Prensa, toda la hinchada, bueno parte de la hinchada, llegó a la sede a pedir que no me retire, pero claro, la decisión mía estaba tomada. Es difícil, es difícil y en un equipo grande como Peñarol, mantenerse once temporadas de número 9, titular más todavía. Quiere decir que ese 9, todos los domingos tiene que hacer goles, ¿sabes por qué? Porque sino lo cambian, a un tipo grande lo cambian”

“Y además, vinieron varios, vino el tanque Rojas, vino Ruben Cabrera, vino el Pepe Sasía, vino Lito Silva, vinieron... no sé cuantos, bueno siempre venían, pero por suerte yo siempre era titular, pero le repito Sr. Gonzalo,  que es muy difícil llevar esa carga con la responsabilidad de todos los domingos tener que hacer un gol, por lo menos”.

“Tener que caerle simpático al hincha, al periodista, al directivo, estar lejos de la familia, complacer a los amigos que también sufren cuando uno no convierte, y el hincha de al lado lo insulta. Eso es lo que siempre me motivó para permanecer hasta hoy, aquí en Uruguay. Pero de todas maneras después de toda esa carga ya llegaba el momento que no daba para más”


¿Qué pasa ese día, que Usted ya no juega más, resuelve hablar con la directiva, decirles: bueno me voy ¿Qué pasa con su interior, con sus sentimientos, porque bueno, convengamos no debe de ser fácil, levantarse al otro día, como si fuera un día normal, ya no tiene que ir a practicar... prepararse mentalmente para el partido de la semana... Parece que el proceso es fácil visto desde el ojo de un hincha, pero creo que es mucho más complicado en lo interno  y más aún para quien fue ídolo...

“-Sí, sí, pero la verdad que para mí fue una sensación muy grata, y de alivio, porque, yo me retiré siendo titular, me retiré y me llamaron del Palmeiras de Brasil para que vaya a jugar, y yo les dije: ¡pero si tengo equipo!, no me voy porque no quiero, me voy porque yo no aguanto más estar ahí atrás de las zonas de concentración. Los chicos van creciendo así que me voy...”


Y no sintió ningún deseo de volver...?

“Para nada.  Me fui de Peñarol y me empezaron a molestar del Barcelona de Guayaquil para que fuera a dar una mano, que tenía que retirarme allá, en Ecuador, y bueno me convencieron tanto que fui hasta allá. Llegué al hotel y les dije a los directivos, yo me quedo acá en el hotel, no consigan casa, no consigan nada. Si yo no me adapto yo me voy, o si empieza por ahí algún silbido, alguna cosa, chau,  y me dijeron: “no, no, Alberto, haz lo que quieras”.

“Y efectivamente, me quedé con mi señora en el hotel todo el año. Salí campeón con el Barcelona, salí goleador, y les dije a los directivos: “bueno, ya basta, ya está, ya me voy”. Allá la hinchada del Barcelona, es igualita a la de Peñarol, grande, bochinchera, ruidosa. Y bueno ahí me retiré de todo”.

“Tuvimos una década tremendísima con Peñarol, la verdad que jugábamos acá el domingo, y salíamos corriendo al aeropuerto que nos esperaba el avión para ir a Santiago, o a Perú, o a Ecuador a cumplir con algún compromiso, era tremendo. Y después volvíamos a Montevideo a concentrarnos porque teníamos otra vez que ir al Centenario, etc. La verdad que fue una época tremenda tanto de Peñarol como de Nacional también, pero disfrutable al mismo tiempo”

¿Todo esto fue un proceso que Usted fue madurando con el tiempo, o fue ese día que dijo no va más?

“-Yo ya venía pensando en eso, por todo ese cambio generacional que se venía dando, y me decía a mí mismo, me estoy quedando yo solo, y va a llegar el momento que digan no al viejo este.”


Y ya tenía pensado que hacer en ese día después...  porque la vida sigue su curso...

El Presidente Gastón Guelfi, me dijo: ¿sabe qué Don Alberto?, vamos a ir arreglando sus cosas primero. Usted va a ir haciendo su casa para que se vaya quedando. Y yo construí mi casa en Carrasco, con la ayuda del presidente, no con la ayuda del Club, sino de él, y me dijo además: “Vamos a conseguir un negocio para que te retires”.

“Y bueno junto con el "Tito" Gonçalvez (Néstor), gran compañero en Peñarol, hicimos una sociedad y adquirimos servicio (puesto de gasolina) en Malvín (una zona de Montevideo), y bueno ahí tenía mi retiro con todo organizado”

¿Sintió en algún momento el olvido de la gente, luego de ser un ídolo constante, presente, con esa cosa que Usted me decía de ser una persona pública, vigilada, observada? ¿Sintió ese cambio, de pararse a pensar y decir: ¡Epa!, ya no me miran, no me piden tantos autógrafos?, porque la verdad se empieza a perder el alimento que el ego tuvo durante toda la carrera...

“-Lógico, lógico, es decir, uno se acostumbra a todos eso, hasta ese momento, las fotos, los autógrafos, excelente... ¿sabe qué? Yo realmente, íntimamente siempre fui medio reacio a ese tipo de cosas. Una foto, sí ¡cómo no!, por más que tuviera un mal día, pero siempre fui así. De todas maneras, parece mentira, pero aún hoy la gente, los chicos, es increíble, estoy hablando que jugué en los 70, ¡son como treinta años!, y los chiquititos, los más grandes ni hablar, en cualquier lado es: ¡hola! Don Alberto, que tal, el autógrafo Alberto, la foto Alberto”

Alberto, Usted ha vivido muchas cosas, ha compartido porque ha tenido compañeros a los que lo he escuchado mencionarlos con mucho cariño, pero que indudablemente no todos han sentido o han vivido el mismo proceso que Usted. En cierta medida por lo que significa su experiencia, y porque sé que sigue el fútbol de cerca, lo he visto algunas veces en el estadio Centenario, y supongo que ha escuchado o compartido algunas situaciones dramáticas de futbolistas que se retiran y no tienen la misma “suerte” o “destino” que Usted ha tenido...entonces le pregunto: la creación de una casa del Ex - futbolista para Usted, ¿qué le aportaría a estas nuevas generaciones en cuanto a la preparación de su retiro?

“- Aportaría muchísimo, sería excelente, de todo punto de vista. Es complicado para el  jugador, una vez que se retira, no saber para donde agarrar, no tener a alguien que lo aconseje, en fin es muy complicado.”

Además el dejar el fútbol  no deja de ser también morir un poco ¿no?

“Sí, sí, porque claro, uno fue criado en ese ambiente, viviendo solo para eso y no se preocupa uno, para el día del retiro. Uno siempre está pensando en eso. Está viviendo ese momento feliz. Estoy hablando de los buenos jugadores, de los grandes.”

“Hay una cosa que a mí me ha pasado por ejemplo, que se la quiero contar: yo soy muy amigo de Oscar Miguez, campeón del mundo de 1950, que cada tanto almorzamos juntos. Un  día estábamos en un restaurant almorzando y Omar me dice: “Mirá, ese que está ahí parado en el mostrador lo acaba de contratar Peñarol”. En ese momento viene el dueño del restaurante que nos conoce y le digo: -“Fulano, ¿quién era ese que estaba parado ahí contigo en el mostrador? Y me dice: -“Ese es mengano, lo contrató Peñarol, pero Alberto yo le dije a él que ustedes estaban en esta mesa y que los viniera a saludar pero me contesto que no.”
“Y bueno, es difícil para un jugador joven que está en esa función...” (Alberto me mira hasta con un gesto de resignación)
“Otro ejemplo: siempre vamos con Míguez a ese restaurant cuyo dueño era un jugador de Peñarol, ídolo en Peñarol, Usted sabe de quien hablo,(Pablo Bengoechea, ex capitán de Peñarol, hoy asistente técnico de Markarian en la Selección de Perú), y él viene siempre a nuestra mesa, divino él, nos da un beso, y nosotros lo molestamos diciéndole: “Pero vos todavía tenés que seguir metiéndote a la cancha como loco, junto con éstos que están... ¿qué te pasa? No puede ser”. Entonces él nos contesta siempre: “es difícil tratar con estos chicos, no te atienden, le empiezas a hablar, a comentarles de la vida, se dan vuelta  y te dicen: “ya vuelvo, voy a preparar el mate”, y te dejan solo a vos ahí, no te entienden, no te dan bola, ellos creen que toda la vida van a vivir jugando al fútbol, y yo no pude más, es horrible”

Juro queridos amigos que me hubiera gustado seguir esta charla por horas, pero los teléfonos comenzaron a sonar, y creí que era momento de agradecer estos minutos, que fueron un néctar para mi alma. Tener un enorme jugador en frente mío, y que me brindara tanta atención como si él fuera uno más, me hizo sentir hasta con vergüenza, y pensar que en estos tiempos los grandes “ídolos” del fútbol mundial, que mirando estadísticas no han ganado ni el 10% de estos monstruos, para conocerlos hay que pasar por secretarios, marcar agenda, y encima en algunos casos (y pobre periodistas), hasta cobran por una simple entrevista que no hace más que beneficiarlos a ellos. Algunos de los ídolos de hoy, son ídolos de televisión, se hacen creer inalcanzables, dioses eternos, y tal vez, por eso no gozan de mi admiración.

Conocí a una enorme gloria del fútbol. Tengo el gran orgullo de decir que conocí a Don Alberto Spencer. 

Hasta la próxima...




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