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jueves, 28 de junio de 2012

SI MI HIJO JUEGA AL FÚTBOL, YO TAMBIÉN


Sábado, 7 de abril. Estoy camino a la casa de un gran amigo del fútbol. A mitad de mi recorrido una pequeña canchita de fútbol, rodeada de mucha gente e invadida de ruidosos adultos desesperados me llama la atención. Decido parar. El asado de mi amigo puede esperar un poco, es temprano aún.

Aprovechando mis 1.86 mts. de estatura, y entre algunos driblings, y amagues, me hago de un pequeño espacio de visibilidad entre la muchedumbre de padres, abuelos, hermanos y amigos de las “pequeñas estrellas del futuro”. Es un simple partido de fútbol infantil de 12 años. Al menos es lo que me parece…dentro del campo. 

Fuera de él observo una arena romana. Intento no contagiarme de esa adrenalina excesiva de los adultos que los “pequeños” no logran escapar. 

Pregunto a un señor de rasgos grotescos, parecido a un guardia de seguridad, de nombre Luis (así escucho que lo llaman a su lado) cómo van: “vamos ganando 1 a 0”, me responde. Ese “vamos” estuvo tan acentuado que me dio la impresión que él también estaba jugando ese partido. “el No.7 es mi hijo” me comentó orgulloso, naturalmente sin que yo le preguntara nada.

Se palpita en este mundo de niños, el sentido mismo del futbol. Rueda el balón de aquí para allá, como seguramente ruedan cientos de sueños (adentro y afuera) de que alguno llegará a ser jugador profesional exitoso, contagiados por ese mundo adulto que los rodea.

Me hice un lugar en la tribuna local, con padres que  se instalan como espectadores, críticos, profesores, árbitros y hasta relatores de este partido de niños

“Pateaaaa”, “Bajalo a eseee”, “corré Miguel, corré por favorrr”, “hacé un cambio Marito, cambialo que no vez que no agarra a nadie” ” “daleee” “vamos a meter huevos que ganamos”  Escuchar esos gritos que me rodean, y me abrazan como camisa de fuerza, me hace faltar un poco el aire. Parece una crónica del mundo adulto. No, se equivocan. Es el nuevo mundo del fútbol infantil. Es el nuevo modelo del fútbol infantil que todos nosotros creamos al parecer “orgullosos”.

Observo que los padres se pierden en ese laberinto futbolístico donde todo el mundo se siente un poco sabio y en lugar de acompañar a su hijo, le indican cómo jugar, y lo que es peor, critican, acusan, y salpican violencia. La consecuencia es un cortocircuito en el niño. 

El entrenador le dice al que lleva la camisa No. 7, que juegue por derecha, el papá que se mueva por izquierda, el 7 que parece muy habilidoso por momentos se queda inmóvil, como buscando la verdad, olvidándose de que su única verdad es jugar a la pelota.

Faltan 10 minutos. Siguen 1 a 0, a favor de “El Trueno” (vs La Banda).

Parece un juego de 1ra. División, donde se juega a muerte (?). Se pierde desde afuera el control emocional por completo.

El habilidoso No. 7 sigue haciendo de las suyas a pesar de la presión externa. Cae cerca del área. Falta! pita el árbitro. Su padre reprende al árbitro: “pero tenés que expulsar a ese gordito por favor”. “es un animal!”, “no vez que lo puede lastimar”  El niño mira hacia donde me ubico, buscando la voz desaforada. No entiende que ese sea su papá. 

Casualmente, por esas cosas que tiene la vida, ese “gordito” “animal” que le cometió la falta, es su mejor compañero de colegio.

“Este entrenador no sabe nada, estamos metidos todos atrás” dice Luis, el señor de rasgos grotescos, mirándome como buscando mi aprobación.  

“Usted es entrenador?” le pregunté inocentemente. “Esto no tiene misterios Señor, yo me como todos los partidos de fútbol por televisión cada domingo, nadie tiene para enseñarme nada, a mi hijo le enseñé yo todo lo que sabe”, me respondió hasta con un aire molesto por mi “inocente” pregunta. 

“Cuando dentro de 8 años esté vistiendo la camisa de la Selección, y juegue en Europa, pensás que va a recordar a su entrenador, a éste que no sabe nada?, no!, va a recordar a su padre todo lo que aprendió”, agregó tal si fuera un Gurú del fútbol, golpeándose con orgullo su pecho” “Yo abandoné el fútbol por una lesión, no pude llegar a profesional, y ahora le enseño todo lo que aprendi”.

Una pregunta en silencio me surge sola: Será que además de volcar sus propias ilusiones y deseos en sus hijos,  también se les transmite sus propias frustraciones de lo que quisieron y no pudieron ser, y que, además, aparece en la imaginación de muchos padres, algo que forma parte de un pensamiento colectivo de esta época: la idea de su hijo como “salvador” de la familia?.

Parece que si el niño patea bien la pelota puede ser la solución para todo y para todos

Mientras, Luis  me sigue hablando como si fuera un nuevo amigo, y cómplice: “- Mi hijo va a ser un crack, ya lo es!, yo le compré los zapatos de Cristiano Ronaldo, su ídolo, ¿no vez como se peina?” “Ya le dije a la madre, ¿estudiar ? ¿para qué?, nuestra (¿?) meta es que sea el número 1, el mejor en el fúbol (fútbol)” “sabés lo que va a valer éste (señalando a su hijo) en unos años?” “No me jodan con el estudio”

Confieso que esto último me asustó, tal vez Luis se olvida que para ser el número 1, hay una sola vacante, cada 19.000.

Intento regresar al partido. Hay momentos de buen juego, otros de abulia y mucho de emoción. Aunque también, cada tanto, emergen instancias mágicas.



Desde afuera se escucha el consejo del señor Luis,  de aspecto de guardia de seguridad: "crúzala que el nueve entra sólo", pero por alguna razón inexplicable desoye la sugerencia y la corta para sí mismo en medio de los marcadores; queda sólo frente al arquero y se da cuenta (percibe apenas) que si mueve su cintura, o su pancita, hacia la izquierda y arranca hacia la derecha, el mundo será suyo. Lo hace; el niño con guantes que hace de portero, queda descolocado y el delantero la toca justo para que ingrese antes del cierre apurado, o más bien desesperado, del “zaguerito gordito”. Gol. 2 a 0 para “El Trueno” y final del juego.

El autor del gol se abraza con el compañerito más cercano. Observo que sus orígenes son diferentes. Se abrazan y celebran.. A su alrededor varios compañeros saltan y cantan. Es un momento único. Intransferible.

Detrás de ese abrazo del autor del gol y su compañero de diferente origen, seguramente hay muchas imágenes invisibles pero marcantes para sus vidas. A lo largo de este año, Ambos se habrán divertido sin distinciones. Allí, dentro de esa canchita, ellos son iguales.  

Allí la amistad no mira cuentas bancarias.

Amigos inseparables que jamás se hubieran conocido en otras circunstancias y que aunque lo hubieran hecho, de no mediar esta actividad, nunca hubieran sentido y conocido ese tipo de amistad

A los costados de la cancha los padres del equipo ganador se desesperan y agitan  banderas. El entrenador se saluda con su ayudante y busca mostrar sobriedad, pero está contenido. Como si ganar partidos en el fútbol infantil le diera mayor prestigio. En el lado opuesto, el entrenador del equipo perdedor, se toma la cabeza e intenta contener su frustración.  

Triunfo de un lado, frustración del otro. Algunos niños lloran. Claro, saben que a la salida, camino para sus casas, algunos papás le reprocharán durante toda la semana el haber perdido. Ellos saben que sus tristezas estarán prolongadas por ese spray acosador de algunos adultos. Si la alegría es sinónimo de triunfo y la tristeza de derrota, es porque los adultos se lo han impuesto de esa manera a los niños.

Mi vista se vuelca al autor del gol y ese abrazo interminable que me llamó la atención. El mundo es, efectivamente, suyo, y el festejo se prolonga porque el niño se acerca hasta donde está la madre, a la cual el corazón le da saltos desbocados. 

 Debo seguir mi rumbo, interrumpido por este instante único. En el camino hasta mi auto, dos personas conversan con el padre del autor del gol. Al pasar, escucho algo de la conversación: “este muchacho tiene futuro, en unos años seguro estará en la Selección Nacional. Ustedes sí que han ganado la lotería con su hijo! ”


La pelota en esa charla se transforma mucho más que un simple juego. Parece para sus padres, la posibilidad de seguir viviendo.

A tan sólo 20 metros de ese campo de sueños, descubro otro mundo. El mundo del absurdo.

El sueño de muchos niños y jóvenes latinoamericanos es llegar un día a jugar al fútbol profesionalmente en Europa. Dinero, fama, escapar a una vida de miseria y sin futuro. Pero nadie les advierte que las posibilidades de fracaso son mayores que las del éxito.

Ya camino a la casa de mi amigo, pienso en el autor del gol y ese abrazo. Pienso en esa experiencia única e intransferible. Pienso en sus sueños. Pienso también que a tan sólo 20 metros, hay adultos capaces de matar su libertad de diversión. 

Sábado 9 de Junio. Nuevamente hago la misma ruta camino a la casa de mi amigo a disfrutar del tradicional asado sabatino. Nuevamente paso por la misma cancha de “El Trueno”. Me llama la atención que están todos quietos. En silencio. Como si estuvieran haciendo un homenaje a "alguien” 

Nuevamente decido parar. Puedo reconocer en el medio del campo a “Luis” aquél Sr. de aspecto de guardia de seguridad.

La pregunta me surge sola a una señora con lágrimas en los ojos: -“que pasó?”
“-Falleció el hijo de Luis, se suicidó. Se comenta que su familia lo presionaba mucho"

No quise quedarme allí. Volví a mi auto rápidamente para intentar engañar a mi mente, que repasaba una y otra vez las gambetas de aquél niñito con la camisa No.7 que jugaba a la pelota dentro de la cancha mientras afuera se jugaba "otro partido". En el camino, se me atraviesa un balón en el medio de la ruta. Distraído, no pude esquivarlo. El balón explotó. 

Mi alma también.

Hasta la próxima reflexión.


Nota: Los nombres de los personajes y de los clubes son totalmente ficticios. Cualquier similitud con la realidad es mera coincidencia.


2 comentarios:

  1. muy triste historia, pero esto es el castigo que le toco vivir a aquel que trato de vivir su vida y cumplir sus sueños a traves de su joven retoño, no tengo hijos pero creo que un niño debe disfrutar de su vida y un padre disfrutar de la vida de su hijo sin tratar de absorberla, muchos jovenes no soportan la presion de un padre excesivamente exigente y esto va en cualquier disciplina que se practique sea karate tae-kwan-do futbol o beisbol, sencillamente no podemos obligar a un niño cuya mente aun esta en desarrollo a entender cosas que aun son muy comlejas para el, el niño entendera cuando comience su adolecencia y con la ayuda de sus padre cuales son los pasos que debe seguir para cumplir sus sueños pero todo debe ocurrir por que asi el lo desea.

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  2. Gonzalo has hecho con esto que mi corazón se conmueva, te aseguro que a la hora de llevar a mi hijo a las canchas de FUNDAUAM no me convertire en ese Luis, saludos

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