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Bielsa no es un hombre que encaja en los estereotipos fáciles. Jamás se ha vendido al elogio superficial ni al aplauso cómodo. Su verdadera ...

sábado, 30 de junio de 2012

LO QUE MUCHOS NO QUIEREN VER. LA OTRA CARA DEL FÚTBOL AFRICANO. SEGUNDA PARTE.


ESCLAVOS DEL BALÓN. PARTE II


COSTA DE MARFIL
La tierra de Drogba, Eboue, Yaya Toure, entre otros grandes talentos, es un país africano que se ubica en el África occidental. Para ubicarnos, limita con Liberia y Guinea, al oeste, Malí y Burkina Faso al norte, Ghana al este y con el Golfo de Guinea al sur. Tiene una población estimada en 20 millones de personas.


Para ilustrarlos un poco más, es bueno saber que Costa de Marfil  se constituyó durante los siglos XV y XVI una de las principales fuentes de aprovisionamiento de los traficantes de esclavos portugueses y los barcos negreros que se dirigían a América

Yamusukro es la capital, pero Abidjan es la capital administrativa. Ésta última es la que tiene el mayor índice criminal y de pobreza de todo el Continente africano. Predominan los jóvenes en la mayor parte de la población, muchos desatendidos e inactivos. Parece hasta lógico luego de esta información que el balón sea el mejor escape a esta situación. Aquí el balón es mucho más que un simple juego: es la posibilidad de seguir viviendo.


Es en esta ciudad donde cada semana nace como por arte de magia una escuelita de fútbol, controlada en su mayoría por empresarios libaneses, que de dedicarse a la explotación de diamantes, ahora se dedican al fútbol. “Aquí me venden las academias con los niños dentro, lo que me facilita tener una menor inversión y un beneficio mucho mayor, en un lugar donde los talentos andan deambulando por las calles. Yo les salvo la vida y ellos me salvan mi cuenta bancaria. Es justo”, me comenta sin tapujo, un libanés, ex vendedor de diamantes, hoy venido a empresario futbolístico.

Si Sierra Leona es famosa por sus diamantes, Liberia por el coltán que fabrica nuestros  celulares, Costa de Marfil comienza a cobrar un interés propio, el de suministrar perlas negras de talento para las principales ligas europeas.

Tal vez la figura más representativa y referencial de las Escuelas de fútbol en Costa de Marfil, sea la Academia Abidjan, creada por Juan Marc Guillou, un líder y salvador para muchos niños, donde más de 6.000 niños por año acuden a su academia en la búsqueda desesperada para escapar de la vida de la calle, y de las mafias.

Sin duda que esta Academia es una ruta mucho más segura para escaparse a Europa, en vez de las ya conocidas  y peligrosas travesías a través del desierto del Sahara, donde muchos mueren en el camino en el mayor anonimato.

Pocos años han pasado (14), para que estas  perlas negras generadas por Marc Guillou, invadan Europa: Kolo Touré (Arsenal, Inglaterra), Aruna Dindane (RCLens, Francia), Romaric (Sevilla, España) Gervinho (Le Mans, Francia), Emmanuel Eboué (Arsenal, Inglatera), Zokora (Tottenham, Inglaterra), Yaya Touré (Barcelona, España) y Bakary Koné (OM, Francia).

Pero en este caso hay una historia en esta Academia que lo puede cambiar todo.
La Academia brinda una educación integral para sus integrantes Enseña idiomas, economía y apoyo psicológico para que sea menos traumática su  adaptación a la vida europea. Hasta aquí todo muy loable no?
Pero en junio del 2001 cuando club belga del Bereven se encontraba al borde de la quiebra con una deuda de más de dos millones de euros, Marc Guillou ofreció en esos momentos un acuerdo jugoso para él: daría al club en quiebra un millón y medio de euros, más cuatro jugadores de su prestigiosa Academia, a cambio de convertirse en manager general del club.

A partir de ese momento el Bereven belga, se convirtió en un puente directo de tránsito de jóvenes talentos, un trampolín de jóvenes muchachos de la Academia Abidjan a Europa.
Dos años después del acuerdo, el equipo belga ya contaba con 10 jugadores procedentes de Costa de Marfil, motivando la reacción de toda la prensa belga.

En consecuencia, hoy la Academia de Abidjan se encuentra en una difícil encrucijada:   mantiene sus objetivos sociales iniciales de sacar de la miseria a los jóvenes marfileños, pero va tomando cada vez una deriva más mercantilista desde que Guillou se hizo cargo del equipo belga del Bereven.

Intereses varios, facilidad de conseguir permisos de residencia y trabajo, y  reventa a grandes clubes en pases puentes, enturbian un proyecto cada vez más convertido en un gran negocio para Guillou y sus fieles colaboradores.

Los jugadores Eboué y Touré entre otros, realizan una intensa labor de promoción de la labor social que ofrece la Academia, labor que beneficia a la reputación del Grupo Guillou que engorda cada vez más sus bolsillos.





GHANA

La tierra del gran jugador Michael Essien, de Appiah y Kuffour, y de Abédi Pelé, Marcel Desailly, entre otros, es un país del oeste africano, que limita al norte con Burkina Faso, al este con Togo, al oeste con Costa de Marfil y al sur con el Golfo de Guinea, con una población de más de 22 millones.

Según datos de Unicef, La capital, Accra, cuenta con unos 10.000 niños de la calle. 4.000 de ellos son niñas, que están "especialmente expuestas al abuso sexual" (13 y 14). No tienen lugar fijo de residencia y trabajan por su cuenta en la calle o para operadores de distintas actividades del sector informal. El 88 por ciento de estos niños de la calle no asiste a la escuela.

Los niños de la calle de Ghana duermen en el exterior de edificios o tiendas en colchones de cartón o paja. Su jornada laboral comienza a las cuatro y media de la madrugada. Buscan en las basuras, lustran zapatos, portean bultos, venden géneros o mendigan. Las niñas se dedican más a las ventas (62 por ciento). Los niños, a los servicios (55 por ciento). Muchas de las niñas no consiguen mantenerse con los ingresos que obtienen y se convierten en prostitutas. Algunas comienzan a la temprana edad de 11 años, inducidas por sus compañeros sexuales que las prestan a otros hombres.

Esta es la realidad de Ghana señores, de donde han nacido grandes talentos. Unos pocos entre tanta angustia y pobreza, olvidada por muchos que prefieren mirar para otro lado. 

Una tercera parte de la población vive con menos de un dólar por día, la salvación es ser como Michael Essien, o emular al capitán Stephen Appia, cuya madre vendió hace años el televisor para que su hijo ingresara a una academia. El mismo espejismo de siempre.


Cerca de Accra, su capital, me encuentro con Buba, un niñito de 13 años que domina el balón como un malabarista de circo. No causa asombro su sueño: “ir a jugar a Europa y salir de su vida de miseria y hambre”. Su ídolo como el de la mayoría del país, es el jugador del Chelsea, Michael Essien.

Bajo un calor agobiante, ya sobre la caída del sol, se observa que cualquier terreno abandonado y libre, como cualquier campo suramericano, se llena de niños y adolescentes hambrientos de correr detrás de un balón, tal vez su única diversión del día, tal vez su única salvación. Detrás de la libre expresión de este deporte que parecería se organizaba en forma espontánea, nos encontramos con academias de fútbol sospechosas e irregulares. Academias, llamadas canteras de esclavos de la pelota, que funcionan fuera del control de la Federación y del gobierno.

Créalo amigo lector, en Ghana, hay muchas familias que venden todas sus pertenencias a lo largo y ancho de este país, con tal de inscribir a sus niños en estas “academias” ilegales.

Me han dicho que funcionan más de 700 escuelas ilegales solamente en esta ciudad. Inescrupulosos citadinos, europeos y árabes, corren con papeles de un lado a otro. Niños de hasta 7 años firman contratos donde se cede la patria potestad, con el aval de sus padres. “Si mi hijo logra jugar en Europa podremos salir de esta vida de miseria, y por él hago lo que sea necesario, sabiendo que no lo veré en muchos años”, reza una mamá mientras firma el documento.

El negocio es claro, “No tienen otra opción y nosotros podemos ser su salida” “Claro que esto es un negocio, si invertimos 200 euros por cada 10 muchachos, con uno sólo que logremos vender, ya hemos logrado nuestro objetivo” “Acaso no estamos haciendo una buena obra?”. No quise hacer comentarios ante estas palabras de un árabe nervioso. No es fácil jugar de visitante en una zona donde el forastero extraño, no es bien visto.

Comienza una nueva prueba de entrenamiento. Asare lleva el balón. Su habilidad llama mucho la atención de propios y extraños. Avanza hacia la portería y una ráfaga de viento levanta polvo rojo. Se detiene para frotarse los ojos y recuperar la respiración. En ese momento el niño es arrojado violentamente al suelo por una dura patada de su entrenador Aloti, de 23 años. “tienes que aprender a no pararte nunca por nada, enano” le regaña su entrenador a Asare. Queda quieto en el suelo producto de la patada.

El entrenador Aloti? Bueno él declara que es un experto de fútbol.

No hace mucho tiempo, hecho normal en los últimos años, que pasa desapercibida por la prensa, un bote que hacía agua, fue abandonado por su capitán y arrastrado a tierra, hasta una de las  playas Tenerife, con 30 jóvenes africanos a bordo. Algunos presentaban hipotermia y todos sufrían una fuerte deshidratación. De ellos, 15 eran adolescentes que creían que iban de camino para jugar en el Olympique de Marsella o en el Real Madrid.


OTRO RETRATO. STEPHEN APPIAH

Stephen nació el 24 de diciembre de 1980 en Ghana. Es un volante talentoso que hoy juega en el Fudbalski Klub de Serbia. Juega en la selección de su país, y ya ha anotado 16 goles en 69 partidos.
Tina y Vivian Appiah se mueven al ritmo de la música jamaicana. En su casa de los suburbios detrás de ellas hay un retrato descomunal de su hermano mayor, Stephen Appiah.
“Su éxito ha hecho que toda su familia pueda vivir bien y también ha puesto celosos a todos los que nos conocen, hasta extremos enfermizos. Podemos ir a comer a hoteles de cinco estrellas y viajar por Europa”, dice riéndose Tina.


A pesar del dinero de su hermano, la enorme mansión en que viven se encuentra en un estado poco presentable, descuidado.

“Todo el mundo quiere vivir como nosotras”, afirma Vivian. “Las mujeres de por aquí querrían que sus hijos o sus hermanos también triunfaran para poder poseer lo que tenemos nosotras. ¿Si nos pusimos tristes cuando Stephen nos dejó para irse a Europa? ¿Tristes? Estábamos encantadas. Nuestra madre había rezado a Dios para que triunfara. 

Cuando Stephen era pequeño ya jugaba muy bien y todos queríamos ayudarle. Mi madre vendió el televisor para comprarle unos zapatos. Nosotros le ayudamos entonces y ahora él nos ayuda a nosotras”.

Las historias de triunfos como el de Appiah, en quien se fijó un ojeador cuando jugaba en Italia con la selección sub 17 de Ghana, inspiró a otro muchacho: Bernard Bass.

Este joven de 17 años descansa en las escaleras de un edificio de hormigón de gran altura en Clichy-sous-Bois, uno de los barrios periféricos de peor fama de París. Originario de Guinea-Bissau, viajó de Ghana a Senegal y luego a Tenerife con la promesa de un intermediario libanés de que iba a realizar una prueba con el Metz. “Mi madre vendió nuestra casa y mis dos hermanos más pequeños se pusieron a trabajar con 12 años de edad para contribuir al pago del pasaje”, recuerda Bass, a quien el representante libanés le comunicó que iría a Francia en barco.

El viaje duró dos semanas. “Cuando llegamos a Europa”, cuenta, “me tuvieron metido en una cárcel en Tenerife durante un mes y luego me trasladaron por vía aérea al continente. A los que me detuvieron les dije que tenía ý8 años y entonces me dejaron marchar. Me las arreglé para llegar a Francia, pero en Metz no tenían ni idea de quién era yo y me amenazaron con dar parte a la policía. Ahora estoy aquí, en Clichy-sous-Bois, compartiendo piso con un amigo”.
El amigo se llama Effa Steve, tiene la misma edad, y es un mediocampista de Guinea Ecuatorial que llegó a Francia hace dos años con la promesa de que le harían una prueba en el Dijon, un equipo de la segunda división. Él sí que realizó una prueba, pero sufrió una lesión en una rodilla y el club perdió el interés en Effa. Desde entonces ha estado viviendo ilegalmente, en una torre de pisos del barrio de Montrouge, en París. “Mi visa expiró a los 30 días y el Dijon no estaba interesado en mí”, cuenta Steve. Me vine a París y me quedé aquí a la espera de que me saliera otra prueba. Eso fue en 2005. Ahora juego en un equipo de aficionados, pero el nivel es muy bueno y no siempre soy titular. Mi vida ahora consiste en evitar que me detengan y en encontrar un sitio cualquiera para pasar la noche. Sacamos dinero de vender bolsos falsos de Prada en los mercados que hay por Montparnasse. Yo comparto con otros cuatro más el suelo de un piso abandonado”.

Quisiera poder expresar unas últimas líneas, pero creo amigo lector que todo lo que se expresa aquí, es más que suficiente para saber, que hacer, que no hacer, y sobre valorar al ser humano por encima de todas las cosas. Hasta donde llegaremos? Busquemos la respuesta en nosotros mismos.

Hasta la próxima…reflexión.

jueves, 28 de junio de 2012

SI MI HIJO JUEGA AL FÚTBOL, YO TAMBIÉN


Sábado, 7 de abril. Estoy camino a la casa de un gran amigo del fútbol. A mitad de mi recorrido una pequeña canchita de fútbol, rodeada de mucha gente e invadida de ruidosos adultos desesperados me llama la atención. Decido parar. El asado de mi amigo puede esperar un poco, es temprano aún.

Aprovechando mis 1.86 mts. de estatura, y entre algunos driblings, y amagues, me hago de un pequeño espacio de visibilidad entre la muchedumbre de padres, abuelos, hermanos y amigos de las “pequeñas estrellas del futuro”. Es un simple partido de fútbol infantil de 12 años. Al menos es lo que me parece…dentro del campo. 

Fuera de él observo una arena romana. Intento no contagiarme de esa adrenalina excesiva de los adultos que los “pequeños” no logran escapar. 

Pregunto a un señor de rasgos grotescos, parecido a un guardia de seguridad, de nombre Luis (así escucho que lo llaman a su lado) cómo van: “vamos ganando 1 a 0”, me responde. Ese “vamos” estuvo tan acentuado que me dio la impresión que él también estaba jugando ese partido. “el No.7 es mi hijo” me comentó orgulloso, naturalmente sin que yo le preguntara nada.

Se palpita en este mundo de niños, el sentido mismo del futbol. Rueda el balón de aquí para allá, como seguramente ruedan cientos de sueños (adentro y afuera) de que alguno llegará a ser jugador profesional exitoso, contagiados por ese mundo adulto que los rodea.

Me hice un lugar en la tribuna local, con padres que  se instalan como espectadores, críticos, profesores, árbitros y hasta relatores de este partido de niños

“Pateaaaa”, “Bajalo a eseee”, “corré Miguel, corré por favorrr”, “hacé un cambio Marito, cambialo que no vez que no agarra a nadie” ” “daleee” “vamos a meter huevos que ganamos”  Escuchar esos gritos que me rodean, y me abrazan como camisa de fuerza, me hace faltar un poco el aire. Parece una crónica del mundo adulto. No, se equivocan. Es el nuevo mundo del fútbol infantil. Es el nuevo modelo del fútbol infantil que todos nosotros creamos al parecer “orgullosos”.

Observo que los padres se pierden en ese laberinto futbolístico donde todo el mundo se siente un poco sabio y en lugar de acompañar a su hijo, le indican cómo jugar, y lo que es peor, critican, acusan, y salpican violencia. La consecuencia es un cortocircuito en el niño. 

El entrenador le dice al que lleva la camisa No. 7, que juegue por derecha, el papá que se mueva por izquierda, el 7 que parece muy habilidoso por momentos se queda inmóvil, como buscando la verdad, olvidándose de que su única verdad es jugar a la pelota.

Faltan 10 minutos. Siguen 1 a 0, a favor de “El Trueno” (vs La Banda).

Parece un juego de 1ra. División, donde se juega a muerte (?). Se pierde desde afuera el control emocional por completo.

El habilidoso No. 7 sigue haciendo de las suyas a pesar de la presión externa. Cae cerca del área. Falta! pita el árbitro. Su padre reprende al árbitro: “pero tenés que expulsar a ese gordito por favor”. “es un animal!”, “no vez que lo puede lastimar”  El niño mira hacia donde me ubico, buscando la voz desaforada. No entiende que ese sea su papá. 

Casualmente, por esas cosas que tiene la vida, ese “gordito” “animal” que le cometió la falta, es su mejor compañero de colegio.

“Este entrenador no sabe nada, estamos metidos todos atrás” dice Luis, el señor de rasgos grotescos, mirándome como buscando mi aprobación.  

“Usted es entrenador?” le pregunté inocentemente. “Esto no tiene misterios Señor, yo me como todos los partidos de fútbol por televisión cada domingo, nadie tiene para enseñarme nada, a mi hijo le enseñé yo todo lo que sabe”, me respondió hasta con un aire molesto por mi “inocente” pregunta. 

“Cuando dentro de 8 años esté vistiendo la camisa de la Selección, y juegue en Europa, pensás que va a recordar a su entrenador, a éste que no sabe nada?, no!, va a recordar a su padre todo lo que aprendió”, agregó tal si fuera un Gurú del fútbol, golpeándose con orgullo su pecho” “Yo abandoné el fútbol por una lesión, no pude llegar a profesional, y ahora le enseño todo lo que aprendi”.

Una pregunta en silencio me surge sola: Será que además de volcar sus propias ilusiones y deseos en sus hijos,  también se les transmite sus propias frustraciones de lo que quisieron y no pudieron ser, y que, además, aparece en la imaginación de muchos padres, algo que forma parte de un pensamiento colectivo de esta época: la idea de su hijo como “salvador” de la familia?.

Parece que si el niño patea bien la pelota puede ser la solución para todo y para todos

Mientras, Luis  me sigue hablando como si fuera un nuevo amigo, y cómplice: “- Mi hijo va a ser un crack, ya lo es!, yo le compré los zapatos de Cristiano Ronaldo, su ídolo, ¿no vez como se peina?” “Ya le dije a la madre, ¿estudiar ? ¿para qué?, nuestra (¿?) meta es que sea el número 1, el mejor en el fúbol (fútbol)” “sabés lo que va a valer éste (señalando a su hijo) en unos años?” “No me jodan con el estudio”

Confieso que esto último me asustó, tal vez Luis se olvida que para ser el número 1, hay una sola vacante, cada 19.000.

Intento regresar al partido. Hay momentos de buen juego, otros de abulia y mucho de emoción. Aunque también, cada tanto, emergen instancias mágicas.



Desde afuera se escucha el consejo del señor Luis,  de aspecto de guardia de seguridad: "crúzala que el nueve entra sólo", pero por alguna razón inexplicable desoye la sugerencia y la corta para sí mismo en medio de los marcadores; queda sólo frente al arquero y se da cuenta (percibe apenas) que si mueve su cintura, o su pancita, hacia la izquierda y arranca hacia la derecha, el mundo será suyo. Lo hace; el niño con guantes que hace de portero, queda descolocado y el delantero la toca justo para que ingrese antes del cierre apurado, o más bien desesperado, del “zaguerito gordito”. Gol. 2 a 0 para “El Trueno” y final del juego.

El autor del gol se abraza con el compañerito más cercano. Observo que sus orígenes son diferentes. Se abrazan y celebran.. A su alrededor varios compañeros saltan y cantan. Es un momento único. Intransferible.

Detrás de ese abrazo del autor del gol y su compañero de diferente origen, seguramente hay muchas imágenes invisibles pero marcantes para sus vidas. A lo largo de este año, Ambos se habrán divertido sin distinciones. Allí, dentro de esa canchita, ellos son iguales.  

Allí la amistad no mira cuentas bancarias.

Amigos inseparables que jamás se hubieran conocido en otras circunstancias y que aunque lo hubieran hecho, de no mediar esta actividad, nunca hubieran sentido y conocido ese tipo de amistad

A los costados de la cancha los padres del equipo ganador se desesperan y agitan  banderas. El entrenador se saluda con su ayudante y busca mostrar sobriedad, pero está contenido. Como si ganar partidos en el fútbol infantil le diera mayor prestigio. En el lado opuesto, el entrenador del equipo perdedor, se toma la cabeza e intenta contener su frustración.  

Triunfo de un lado, frustración del otro. Algunos niños lloran. Claro, saben que a la salida, camino para sus casas, algunos papás le reprocharán durante toda la semana el haber perdido. Ellos saben que sus tristezas estarán prolongadas por ese spray acosador de algunos adultos. Si la alegría es sinónimo de triunfo y la tristeza de derrota, es porque los adultos se lo han impuesto de esa manera a los niños.

Mi vista se vuelca al autor del gol y ese abrazo interminable que me llamó la atención. El mundo es, efectivamente, suyo, y el festejo se prolonga porque el niño se acerca hasta donde está la madre, a la cual el corazón le da saltos desbocados. 

 Debo seguir mi rumbo, interrumpido por este instante único. En el camino hasta mi auto, dos personas conversan con el padre del autor del gol. Al pasar, escucho algo de la conversación: “este muchacho tiene futuro, en unos años seguro estará en la Selección Nacional. Ustedes sí que han ganado la lotería con su hijo! ”


La pelota en esa charla se transforma mucho más que un simple juego. Parece para sus padres, la posibilidad de seguir viviendo.

A tan sólo 20 metros de ese campo de sueños, descubro otro mundo. El mundo del absurdo.

El sueño de muchos niños y jóvenes latinoamericanos es llegar un día a jugar al fútbol profesionalmente en Europa. Dinero, fama, escapar a una vida de miseria y sin futuro. Pero nadie les advierte que las posibilidades de fracaso son mayores que las del éxito.

Ya camino a la casa de mi amigo, pienso en el autor del gol y ese abrazo. Pienso en esa experiencia única e intransferible. Pienso en sus sueños. Pienso también que a tan sólo 20 metros, hay adultos capaces de matar su libertad de diversión. 

Sábado 9 de Junio. Nuevamente hago la misma ruta camino a la casa de mi amigo a disfrutar del tradicional asado sabatino. Nuevamente paso por la misma cancha de “El Trueno”. Me llama la atención que están todos quietos. En silencio. Como si estuvieran haciendo un homenaje a "alguien” 

Nuevamente decido parar. Puedo reconocer en el medio del campo a “Luis” aquél Sr. de aspecto de guardia de seguridad.

La pregunta me surge sola a una señora con lágrimas en los ojos: -“que pasó?”
“-Falleció el hijo de Luis, se suicidó. Se comenta que su familia lo presionaba mucho"

No quise quedarme allí. Volví a mi auto rápidamente para intentar engañar a mi mente, que repasaba una y otra vez las gambetas de aquél niñito con la camisa No.7 que jugaba a la pelota dentro de la cancha mientras afuera se jugaba "otro partido". En el camino, se me atraviesa un balón en el medio de la ruta. Distraído, no pude esquivarlo. El balón explotó. 

Mi alma también.

Hasta la próxima reflexión.


Nota: Los nombres de los personajes y de los clubes son totalmente ficticios. Cualquier similitud con la realidad es mera coincidencia.


martes, 26 de junio de 2012

LA REALIDAD DEL FÚTBOL MENOR EN AMÉRICA LATINA



Me gusta hablar de fútbol, eso ya lo saben muchos de ustedes, pero me gusta hablar del fútbol menor e infantil, ese fútbol de los más pequeñitos, que es y ha sido siempre el leimotiv de mi vida.

En definitiva hablemos del fútbol de ellos, no del nuestro, como solemos creer, porque es un mundo independiente que les pertenece solamente a ellos.

En el mundo de los niños que corren detrás de un balón, se palpita el sentido mismo del futbol, se palpita la libertad del juego, o por lo menos cuando se les permite y no se les invade por ese spray contagiante que es el mundo adulto.

Pero a pesar de todo el futbol infantil fue, es, y seguirá siendo, un mundo de experiencias personales, únicas e  intransferibles.


Lamentablemente fuera de este hermoso mundo sano e inocente, existe la realidad de algunos adultos invasores e irresponsables,  que utilizan la aberrante herramienta de la presión para lograr resultados deportivos y tal vez por eso valga la pena que podamos reflexionar juntos sobre una realidad que para muchos pasa en forma imperceptible.


Existe una zona mental incomprensible donde el orden de los factores sí altera el producto, en la cual se espera que el niño llegue a primera división, sea un campeón… basado en egoísmos y acomodos, a cualquier precio, sin importar la formación del niño.


Ya hemos dicho que muchos “especialistas” han manifestado que el fútbol es uno sólo. Equivocados están. Existe el “fútbol recreativo”, el “fútbol formativo” y el “fútbol competitivo”, tres mundos diferentes que están en constante cambio, que no permiten invasiones.


Cuantos entrenadores que no acceden al mundo laboral en el fútbol competitivo “invaden” el formativo pensando que saben todo de una de las áreas más sensibles y difíciles de trabajar, aplicando metodologías que nada tienen que ver con lo formativo (el famoso modelo de gesto eficaz), pensando que los niños son hombres pequeños? El que dirige un avión no significa que sepa dirigir un camión.


Cuantos entrenadores hay que piensan que el fútbol recreativo y formativo es una carrera para llegar el fútbol competitivo?


No se trabaja en el fútbol formativo para hacer carrera y llegar al fútbol competitivo, no se trabaja tampoco para  llenar la hoja de vida de los formadores (que algunos lo llaman equivocadamente entrenadores), no es para llenar las vitrinas de los clubes, no! no!, de ninguna manera. Se trabaja para encontrarles a estos muchachos un sentido de la vida, y si llegan a ser futbolistas que sean los mejores, pero el fútbol formativo no es una fábrica de jugadores de fútbol. Que quede claro

En la etapa recreativa, de los 5 a los 9 años, debe de predominar el juego libre, el jugar por el placer, el “jugar para aprender”. Con un objetivo psicomotor, donde el niño conozca su 
proprio cuerpo en tiempo y espacio. Es lo que llamamos la etapa del descubrimiento.

Ya en etapas formativas, el “aprender a jugar”, se usa el balón en realidad de juego, aprendiendo gestos técnicos generales, pero sigue dominando la libertad del juego, sin ningún tipo de obligaciones. Es lo que llamamos la fase de fundamentación entre los 11 y los 13 años. Esta tal vez sea una de las etapas más delicadas en la formación de la fundamentación técnica del niño, ya que es una etapa donde no se puede regresar. Todo gesto de fundamentación que no lo aprende en estas etapas no lo aprenderá en las siguientes. 


Es cierto que en  todos late el sueño de jugar profesionalmente pero no todos están tocados por la varita mágica del destino que permitirá concretar el anhelo; de hecho, 1 de cada 19.000 niños que practican futbol logran semejante privilegio.


En estos tiempos que corren, el futbol infantil paso de ser una actividad de placer a una actividad donde predominan las obligaciones, las presiones y deformaciones en la educación integral del niño, donde lo que no es útil y rentable para el adulto se convierte en inútil, transformando al fútbol infantil, ese de los niños, ese de los más pequeñitos, en una estructura atroz, donde muchos quedan por el camino, en una selección salvaje y atroz, en una cruel maquina de picar seres humanos indefensos, y donde se patea la Convención sobre los derechos del Niño con total impunidad.


Tiene que quedar muy claro que para un niño, el jugar no es  un privilegio, sino un derecho fundamental de los niños, consagrado en la Convención sobre los Derechos del Niño. Sólo se requiere respetarlos por el mundo adulto y, para ello, se infiere que el único camino posible es la educación, entre ella la educación en valores:

Derecho a participar en las competiciones deportivas.
Derecho a  participar en un nivel adecuado con la habilidad.

Derecho a tener un liderazgo adulto calificado.

Derecho a jugar como un niño y no como un adulto.

Derecho a compartir el liderazgo y toma de decisiones.

Derecho a participar en un entorno seguro y saludable.

Derecho a una preparación adecuada para la competición.

Derecho a una igualdad de oportunidades para tratar de conseguir el éxito.

Derecho a ser tratado con dignidad.

Derecho a divertirse en su participación deportiva.


Quienes somos los arquitectos en la formación de estos niños, a saber, padres, recreadores, formadores, árbitros y dirigentes, tenemos la obligación moral de analizar profundamente la situación actual que vivimos, que  pasa desinteresadamente por unos imperceptiblemente por otros y para ellos debemos poner el bisturí a fondo de la realidad del fútbol infantil mundial. 



Esa loca tentación de intensificar la presión competitiva en edades cada vez más tempranas es un disparate que sólo puede entenderse por la ignorancia, o el extravío social en que nos movemos hoy en día. Socialmente debe de ser rechazado.


Creemos que una escuela de fútbol que nace apuntando solamente al fútbol nace muerta. Una escuela de fútbol que se limita solamente a la enseñanza y repetición de gestos propios de la disciplina (modelo de gesto eficaz basada en la vieja escuela), formará un futbolista predecible, fácilmente anulado por un contrario que analice su patrón de juego.
Por el contrario, una escuela que fomente la práctica variada, formará un deportista primero y luego un especialista, en este caso, un futbolista con una gran capacidad para tomar decisiones precisas que lo conviertan en un jugador impredecible en momentos culminantes que, al fin y al cabo, es lo que hoy en día marca la diferencia entre dos equipos de fútbol alto nivel.

Para algunos parece que no está claro que siempre son más importantes 
los niños y su formación, que la actividad que realizan.

Debemos para esta locura social de inmediatez de querer formar un talento como quien coloca una comida en el microondas, y para ello  forzar una adaptación de los pequeños a una actividad que no ha sido pensada para ellos y que, en lugar de animarles, puede frustrar su aproximación al deporte en general

Ese contagio del mundo adulto, de querer acelerar el rendimiento de un niño sin respetar su reloj biológico, es absolutamente incompatible con la evolución más lenta y personal que vive cada uno de los niños en las distintas etapas de su crecimiento.


Y ahí comienza esa selección absurda y prematura basada en  función de los resultados que provoca una discriminación inaceptable e inútil, por cuanto que aleja a la mayoría del disfrute del juego elegido, descartando a todos aquellos que tienen un ritmo de maduración más lento.


Olvidar que en la etapa recreativa y escolar los entrenadores son educadores antes que nada, es una irresponsabilidad que termina imponiendo los modelos de conducta social más absurdos.


Paralelamente al extraordinario aumento del número de practicantes que se inician en el fútbol de competición a edades cada vez más tempranas, se está produciendo un adelanto de las edades en que se produce el abandono masivo de este deporte, y para eso damos números de cada 20 millones de niños que practican futbol, 16 abandonan antes de los 13 años.

La prolongación del entrenamiento formal bajo la disciplina de innumerables clubes y escuelas de fútbol produce un incremento notable en el número de jóvenes promesas, pero cada vez son más escasos los jugadores excepcionales a los que se ofrece la responsabilidad de tomar el relevo de las actuales estrellas del fútbol.


Estamos viviendo tiempos de impaciencia, e improvisación en la que la élite del fútbol evidencia graves deficiencias en la planificación a medio y largo plazo. La opulencia que venden los más privilegiados oculta las miserias del fútbol básico, la cantera y el futuro de este deporte, al que apenas se dedican recursos para mejorar la formación integral de los jugadores y sus preparadores, desde las primeras etapas, lamentablemente.

Cada ingreso de dinero que un Club recibe, lo destina a la compra de nuevos jugadores desestimando de invertir en un recurso de mucho mayor valor: sus bases. Sus formadores son los que mayor responsabilidad tiene en la formación de talentos, que es donde está la reserva de oro del Club, y sin embargo son los que menos salario perciben. 

Veo discusiones constantes de saber donde están las claves de la estabilidad en los clubes, sin observar que el secreto de la capitalización está en las bases. Tan fácil y simple como eso. 

Pero claro la inmediatez del resultado deportivo prima sobre la paciencia del trabajo a mediano y largo plazo, sin tener políticas de inversión clara en las Divisiones menores.La mayoría de los clubes no tienen algo tan necesario en la formación de talentos: la paciencia.

Ni siquiera se ha pensado en destinar un % de incentivo por venta de jugadores formados en las canteras, que son responsabilidad de esos formadores de bajo perfil, pero que son los más recordados cuando un jugador llega a la élite del fútbol. Por que? Simplemente porque ellos fueron parte importante en su crecimiento como jugadores. Está leyendo bien mi amigo lector, si, estoy reivindicando la tarea del formador de menores. Tan silenciosa como despreciada. Tan importante como olvidada.


Se ha considerado que el niño debe aprender el “modelo de gesto eficaz”, modelo extraído del futbol de alta competición, es decir, una apropiación de la técnica por parte del niño.


Este modelo de enseñanza deportiva ha concebido al educando como alguien capaz de reproducir exactamente los patrones que, institucionalmente, son aceptados como básicos, y que sitúan a “la técnica” en el lugar privilegiado de la enseñanza, en donde se visualiza al niño como un futuro “campeón” y sobre esta imagen se ha construido todo un proceso de iniciación.


Visto así, no ha sido el deporte el que se ha adaptado al niño, sino el niño al deporte.

Es importante recordar, que los deportes de equipo más que un conjunto de técnicas, son ante todo, un juego. Olvidar esto, es desconocer gravemente las leyes del aprendizaje. La principal preocupación de un profesor/formador no debe ser modelar al niño, sino dotarle de una gran autonomía motriz que le permita adaptarse a cualquier situación.


No hay campo de juego de fútbol menor sobre todo en América Latina, donde no vea la presión como a los niños se les exigen resultados, se les grita para que metan pierna fuerte, que ganen todo, que salgan campeones e interiormente y por lo bajo que sean los salvadores de la familia. Esto hasta parece una crónica del mundo del fútbol adulto, que consumimos a diario. Pero nada más lejos que eso. Es simplemente el nuevo mundo de los más pequeños, el mundo del futbol infantil.

A pesar del crecimiento fabuloso de esta industria del futbol, creemos que se avanza muy lentamente en el conocimiento del fútbol y en la mejora en la calidad de todas sus estructuras. Actualmente domina la mentalidad más tradicional según la cual todo está inventado. Es lo que suelo llamar “vieja escuela foramativa” tan absurda como obsoleta.


La repetición disciplinada de automatismos en los entrenamientos, y esta obsesión por ganar en la competición temprana, limitan la práctica del juego, que es el medio más estimulante para que el niño tome confianza, aprenda y disfrute, también del fútbol. En lugar de pasárselo bien, educarse en el juego limpio y despertar su creatividad, la disciplina empleada para garantizar el orden, termina, muchas veces, aburriendo a los niños.

Ya todos sabemos que los intereses que mueven el fútbol a nivel mundial son, tal vez, aún más grandes que las multitudes de aficionados, pero la situación cambia de matices cuando son los derechos de  los niños los que se encuentran en juego.


La formación deportiva es un proceso global que no sólo busca el desarrollo de las capacidades específicas (físicas, tácticas-técnicas y psicológicas) del fútbol, sino también la creación de hábitos deportivos, la mejoría de la salud y la adquisición de un conjunto de valores, como la responsabilidad, la solidaridad y la cooperación, que contribuyen a la formación integral de los jóvenes.

Que disfruten de nuevos hábitos más activos y saludables, conseguiremos que no abandonen nunca un estilo de vida ciertamente recomendable. Entonces sí, llegarán tan lejos como puedan en este deporte y, sea cual sea el resultado final de su trayectoria futbolística, habremos ganado de todas formas.


La aplicación de pedagogías tradicionales centradas en la transmisión, a todos por igual, de aquello que han de aprender, produce una clonación de jugadores que integran colectivos con un rendimiento enorme a corto plazo, pero excesivamente previsibles, para satisfacer las exigencias de flexibilidad y excepcionalidad individual que reclama la elite del fútbol.


Después de muchos años de sobre entrenamiento y dedicación prácticamente exclusiva al fútbol, soñando con ser uno de los elegidos, a la inmensa mayoría de los participantes en este deporte les aguarda una salida frustrante, que poco o nada tiene que ver con el futuro anhelado.


Cabe preguntarse si no se está pagando un precio muy alto para acercarse al espejismo que representan los ídolos del fútbol, tan difundido como inalcanzable, donde las excepciones confirman la norma. Si realmente merece la pena sacrificar la infancia y la juventud de tantos deportistas, a cambio de una formación tan limitada y unas promesas de éxito tan poco ciertas.


De ninguna manera podemos completar la formación de nuestros muchachos sino a ellos no les inculcamos ese espíritu crítico, esa capacidad de abstracción que les haga constantemente cuestionarse el por qué de las cosas, la finalidad de los ejercicios que realizan y el beneficio de los mismos.


 “La naturaleza estableció que los niños sean niños antes de ser adultos, si invertimos esos valores solo produciremos frutos verdes sin jugo”