Su hoja de vida comenzaba a escribirse con situaciones que no pueden pasar desapercibidas: Con sólo 19 años se recibió como el entrenador más joven de la historia de Uruguay, pero como pudo recuperarse de la lesión, siguió con su carrera como futbolista profesional durante 18 años.
Julio relata ese momento del retiro como futbolista: “El entrenador mío era Víctor Púa, que después dirigió la selección uruguaya, y cuando corrían 30 minutos del primer tiempo le digo 'cambio' '¿por qué?', me dice, 'me retiro, no juego más'. Le di un abrazo a él, saludé a los jugadores y me fui."
Un 28 de enero cuando llegó a su casa le dijo a Silvana, su esposa, su compañera de toda la vida: “Me retiro”. “Es lo que decidiste?"-le preguntó su esposa- “Si. Porque voy a dirigir."
Un 5 de febrero comenzó su carrera como entrenador. Como pocos no sintió el retiro porque mientras jugaba profesionalmente, simultáneamente dirigía al Circulo de Tenis de Montevideo de la Liga Universitaria obteniendo el logro de pasar de la Divisional D a la Divisional A.
Esta situación me trae a la memoria algo que me sucedió
viviendo todavía en el Prado y siendo aún su vecino. Un día mi hermano me llevó a jugar un
"picado" en el Circulo de Tenis, donde él entrenaba. Yo, apenas un
adolescente queriendo ser adulto, quería demostrar algo, tal vez para mí mismo
o tal vez para él. En un momento del partido, logré driblarlo. Fue un instante
fugaz, casi irreal. Pero lo que vino después fue aún más memorable. Su reacción
inicial fue intensa, propia de alguien que odia perder incluso en un simple
juego entre amigos. Sin embargo, segundos después, sonrió. Esa sonrisa contenía
todo: competitividad, humanidad, reconocimiento. Julio no quería perder, pero
tampoco guardaba rencor, tal vez porque entendía que mi mentalidad era un poco como la suya, enfrentar sin miedos. Quería ganar, pero también entendía que el juego era
un espacio para aprender, para crecer, para superarse.
Julio y el arte de romper moldes
Algunos buscan definir su estilo como "anti-fútbol". Una etiqueta que, aunque pretende descalificar, en realidad lo define mejor de lo que muchos creen. Porque el fútbol de Julio Ribas no es convencional, no es predecible, no es lineal. Es caótico, pero ordenado. Es complejo, pero simple. Es un reflejo de la vida misma: impredecible, hermoso, lleno de pasión y posibilidades. No es anti-fútbol. Es fútbol con alma. Es pasión pura. Un fútbol que no busca complacer por su estética, sino que prioriza lo esencial: el trabajo colectivo, el sacrificio individual, la superación y la pérdida de miedos.
"La victoria sin valores es un triunfo vacío. Preferiría perder
con dignidad que ganar pisoteando principios." Su enfoque se centra en la
fuerza mental, la resiliencia y el compromiso absoluto con el equipo y el
objetivo común. Su admiración por la cultura de los guerreros se manifiesta en
su rutina diaria, como cuando se paraba al borde de la piscina de su casa y
gritaba: "¡Estoy en guerra!" antes de lanzarse al agua fría . Esta
actitud refleja su compromiso inquebrantable y su enfoque en la superación
personal y colectiva.
Él no dirige jugadores: forma guerreros. Soldados del esfuerzo, hijos de la entrega. No importa cuán grandes sean las probabilidades en contra; importa la dignidad con la que se resiste, el honor con el que se lucha.
En sus equipos no hay lugar para el adorno inútil ni para el
gesto vacío. Cada pase, cada quite, cada grito, es un acto de resistencia
frente al caos. Porque en su fútbol, el talento no florece si no está enraizado
en la voluntad. Ribas no busca artistas del balón; busca almas dispuestas a
pelear con todo lo que tienen y con lo que no también.
Julio Ribas no entrena solamente un equipo; forma personas.
No solo prepara partidos; diseña sistemas y formas de pensamiento. Su filosofía
va más allá de la pelota. Es una manera de entender la vida, de enfrentar los
desafíos, de superar los miedos.
"Vencer no es simplemente ganar un partido o un
campeonato; vencer es superar tus propios límites, es enfrentar tus miedos y
salir fortalecido del proceso." Para él, en el plato llamado éxito también
existe el crecimiento personal que logra un equipo bajo su conducción.
Los números no mienten
Para quienes critican desde la ignorancia, los números
hablan por sí mismos. Julio Ribas posee una trayectoria impresionante que
demuestra su capacidad para construir equipos ganadores y dejar legados
duraderos: ha conquistado 19 títulos oficiales, 11 de ellos de forma invicta,
dirigiendo a cinco equipos diferentes.
Sud América (1994-1995): Logró el ascenso a Primera División
en 1994, manteniéndose invicto durante 23 partidos en la Serie B. Al año
siguiente, conquistó el Torneo Integración de Primera División A, también de
forma invicta, sumando un total de 28 partidos sin derrotas. Además, clasificó
al equipo para la Liguilla Pre-Libertadores y la Copa Conmebol.
Bella Vista (1997-1998): Consiguió el ascenso a Primera
División en 1997, permaneciendo invicto en 22 partidos de la Serie B. En 1998,
llevó al equipo a conquistar la Liguilla Pre-Libertadores de forma invicta,
clasificándolo para la Copa Libertadores 1999.
Peñarol (1999-2001): Ganó el Campeonato Uruguayo de 1999,
obteniendo el Torneo Clausura de ese año de forma invicta. Repitió la hazaña en
el Torneo Clausura 2000, también sin conocer la derrota. En 2001, conquistó el
Torneo Clasificatorio.
Liverpool (2002): Logró el ascenso a Primera División en
2002, manteniéndose invicto durante 30 partidos en la Serie B, estableciendo un
récord en el club.
Juventud de Las Piedras (2006-2007): Conquistó el Torneo de
Viareggio en 2006, manteniéndose invicto en 7 partidos. En 2007, logró el
ascenso a Primera División a través de los playoffs de la Segunda División
Profesional.
Selección de Gibraltar (2018-2025): Dirigió al equipo
nacional durante 64 partidos, logrando 8 victorias, incluyendo el primer
triunfo oficial en competiciones UEFA al vencer a Armenia en 2018. Bajo su
liderazgo, Gibraltar ascendió a la Liga C de la UEFA Nations League en la
temporada 2020-2021.Un homenaje al soñador
Julio Ribas no es solo un entrenador. Es un visionario, un
soñador, un constructor de campeones. Su carrera es un testimonio de que el
fútbol no es solo un juego, sino una herramienta para transformar vidas.
Las limitaciones solo existen en la mente de quienes no se
atreven a romperlas.
Al final del día, el "anti-fútbol" de Julio Ribas no es otra cosa que la búsqueda incansable de romper moldes. De demostrar que el fútbol, como la vida misma, está en constante transformación. Y que solo aquellos dispuestos a arriesgarse, a explorar lo desconocido, podrán alcanzar el éxito.
Ahora está dirigiendo a River Plate de Uruguay, el club que
también lo vio vestir su camiseta como jugador en la década de 1980, cuando ya
empezaba a forjar ese carácter indomable que hoy lo define. El equipo atraviesa
una de las crisis más profundas de su historia reciente, amenazado por el
descenso. Algunos opinan que salvarlo
es tarea imposible.
No conocen a Julio.
Él no desafía lo imposible: lo toma del brazo, lo mira a los ojos... y lo transforma en destino. Porque Julio Ribas no es enemigo de lo imposible. Es su hermano. Y juntos, caminan por donde nadie se atreve.
Hasta la próxima...reflexión...
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