Translate

Entrada destacada

USTEDES NO CONOCEN A MARCELO....

Bielsa no es un hombre que encaja en los estereotipos fáciles. Jamás se ha vendido al elogio superficial ni al aplauso cómodo. Su verdadera ...

domingo, 23 de octubre de 2016

FÚTBOL. PARA LA FAMILIA QUE LO MIRA POR TV


En mi país Uruguay, con nuestro primer llanto de bienvenida a este mundo, nos regalan una pelota de fútbol. Nos dan un nombre, un apellido….una cédula que identifica legalmente quiénes somos y por supuesto, un camiseta de fútbol.

Digamos que es casi obligatoriamente hereditario.

Hasta no hace mucho tiempo, en algunos hogares, no seguir ese legado (el de ser hincha del mismo equipo que el padre), era tomado casi como una traición, provocando decepciones y frustraciones. Los niños, empapados de ingenuidad, y con una esponja de aprendizaje en sus cabezas, aprenden rápidamente dentro de sus primeras palabras, entre papá y mamá, el nombre de “su equipo”. Hay quienes además lo visten de pies a cabeza con los colores favoritos….del padre por supuesto

Comenzamos entonces, a usar un spray contagioso desde niños. En el baby fútbol (ahora llamado fútbol infantil), sembramos la semilla de la competencia, del enfrentamiento, y de la bipolaridad, que va desde la victoria como símbolo de alegría y superioridad sobre el otro, a la derrota como la nada, como símbolo de la frustración, del fracaso, del llanto y como consecuencia, del desprecio por el contrario de turno.

Hoy es “normal” hablar de la presión que sufren esos niños para que salven a sus familias. Todos hablan de ello. Pero desde el Palco Vip de la indiferencia porque “no es nuestro problema”. Pero no sólo es eso, luego vienen los castigos o los premios al niño por su desempeño en el campo de juego (“hoy si hacés un gol te llevo a Mc Donalds”…”pero cómo pudiste errar ese gol?... Hoy te quedas en el cuarto sin premio”).

Si Pierre de Coubartin, pedagogo, historiador y fundador de los Juegos Olímpicos, (“lo importante es competir”) resucitara, y viera en que se ha transformado el deporte, volvería espantado a su tumba 

Ahora bien. Los niños, devenidos a pequeños adultos en el baby fútbol, con el tiempo crecen y con ello crecen sus frustraciones, bajo esa bipolaridad que los hace tomar decisiones basadas en sus experiencias , muchas veces frustrantes del mundo del deporte. Con su identidad apedreada por el rechazo y varios fracasos (no ser futbolista para muchos de ellos, es no ser alguien en la vida, basada en lo que su cerebro fue entrenado, y bajo elecciones no naturales sino impuestas), con el sentimiento del rechazo social, y con la carga de la frustración en sus mochilas, encuentra “su lugar”, “su espacio”, de “ser alguien” en estas barras o tribus salvajes (literalmente hablando), donde se sienten cobijados, arropados, protegidos, y amparados por una impunidad general (en todos los ámbitos) que causa asombro y estupor.

Frustrados y sin identidad. Un condimento ideal para asociarse a grupos organizados (porque sí lo son, porque están inmersos en el mundo del delito organizado y el narcotráfico algunos) de hinchas (¿?) sedientos por albergar a estos jóvenes sin perspectivas. Y lo peor, es que no lo reciben con bombos y platillos sino con drogas y alcohol. La percepción de identidad individual del hincha está cada vez más frágil y comprometida porque está dominada por estos grupos de falsos hinchas.

En esta sociedad cargada de instantaneidad, hambrienta de las cosas fáciles y rápidas, de egos y de poder, cada día hay más jóvenes que se unen como “hinchas” a un equipo de fútbol, pero más basándose en la búsqueda de una identidad que en la pasión por sus colores favoritos.

Las barras organizadas (y violentas), tienen su alimento diario, porque la sociedad enferma en la que viven, los potencian, porque se les da espacio y libertad, impunidad y hasta en algunos casos poder y fama. El fútbol hoy es el nicho ideal para desarrollar sus “potencialidades”.

Hay algo que para mí está claro: Cuando existe una desmoralización de las Instituciones, fermentan violencia. Cuando domina la cultura de la impunidad, y del miedo, fermentan violencia.

Cuando veo estos pequeños grupos que se amenazan por las redes sociales, cuando veo hinchas que provocan guerras particulares, y se enfrentan en las canchas, es porque hay una cultura del resentimiento y de la falta de respeto a los derechos del otro.

Para más condimento, los actores principales del espectáculo, tampoco colaboran. La justicia no aplica justicia, la policía desbordada y en muchos casos inútil e inexperta (y agrego: no se admite que la esposa del Ministro del Interior, esté en la misma tribuna cohabitando con uno de esos grupos mal llamados hinchas); alguna prensa utilizando un lenguaje bélico (“Este partido es de vida o muerte” “la batalla del año”, “no se admite perder” “hay que liquidar al adversario”); algunos dirigentes cruzando acusaciones entre sí, jugadores ensuciando el juego, cortando jugadas con faltas y violencia, insultos al rival (ahora con la boca tapada) y hasta algunos entrenadores impartiendo el anti juego, y dramatizándolo como si fuera lo último de sus vidas, porque de la famosa bipolaridad (ganar o perder), depende el futuro de su familia.

Tenemos el plato preparado. Y en todo este accionar transformamos la cancha de fútbol en una arena romana. El resultado de la ecuación es hasta lógico. Corridas, violencia, heridos y muertos.

En estos tiempos, por estas zonas, cuando rueda una pelota, rueda la violencia. Lo que fue creado para placer del hombre se ha vuelto en contra del hombre mismo.

La pregunta es: Está en el fútbol el causante de todos los males? No creo. No se encuentra allí la consistencia benéfica o maléfica, sino en qué tipo de orientación le damos al fútbol, y eso, la gran voz refrescante, y educadora, debe de venir desde las bases.

Me vino a la memoria las palabras de Jean Paul Sartre: “Lo importante no es lo que han hecho de nosotros, sino lo que hacemos con lo que han hecho de nosotros”

Al fútbol le cambiamos la ropa. Hoy es mediatizado y comercializado. Perdimos la memoria, sobre sus orígenes genéticos, educativos, y normativos. Esta metamorfosis no está siendo positiva.

Tenemos un banquete: Desempleo, falta de conciencia social, educación, tráfico de drogas, crimen organizado, falta de valores familiares, falta de prevención, impunidad y corrupción. Un banquete llamado macroviolencia, que se ofrece a quien quiera, cada domingo en nuestras canchas.
Lo más doloroso: mientras rueda una pelota, la familia lo mira por televisión, y a los viejos ídolos se les cae una lágrima llena de nostalgia.


Hasta la próxima...reflexión 


martes, 27 de septiembre de 2016

CUANDO LA PELOTA ES LA VIDA. FÚTBOL BASE

Que cualquier actividad deportiva representa una escuela de vida. una herramienta capaz de promover valores en los niños, como el respeto por los otros,  equilibrio de las emociones, su autodeterminación, el valor del esfuerzo y del estímulo conjunto, el entusiasmo por las gratificaciones y la aceptación ante las frustraciones, es bien sabido por todos. Al menos estas palabras suenan teóricamente muy bonitas. El problema comienza, cuando esta hermosa escuela de vida distorsiona sus reglas para alterar los procesos educativos y formativos en el momento que el niño deportista comienza a ser visto como una caja de ahorros y no como un niño común intentando llevar su proceso de crecimiento, abrazado al disfrute del deporte que realiza. Tal vez el fútbol sea el deporte que sobresale con respecto al resto, en función del alto grado de mercantilismo imperante.
El problema comienza, cuando se violan los derechos del niño, bajo la distraída mirada de padres (cómplices muchas veces de estas defraudaciones), la distraída ada de dirigentes, entrenadores, formadores y todo actor partícipe del engranaje futbolístico. El problema comienza, cuando todos nos hacemos los distraídos porque somos parte del "negocio". Mientras esto sucede, algunos agentes (hoy llamados intermediarios) se mantienen como zorros en la oscuridad a la espera de la  "caza" de su presa favorita: el talento.
He sido juez y parte de muchas historias en mi vida vinculadas al fútbol, que podrían llenar páginas y páginas de anécdotas, que van desde la ingenuidad del joven talento futbolista a la hora de firmar un contrato, pasando por el aprovechamiento de sus propios padres, justificando que le asistían "derechos" por cobrar dinero de sus hijos por tantos años de sacrificio en acompañarlo a las canchas", por algunos dirigentes que sacan el máximo jugo robándole inclusive a su propio club que defienden como actividad honoraria por ser el club de "sus amores" ("si no tengo mi parte el negocio no sale), o de otros dirigentes que también "fabricaban" cartas de renuncia (en nombre del club) de derechos formativos, llevando porcentajes a sus bolsillos, pasando por seudoagentes ampliando sus derechos en el negocio (comprando al niño en toda su extensión de la palabra), pasando por abogados intervinientes que buscan la "laguna legal" para ciertos tipos de negocios con menores, y navegando entre amenazas de intermediarios "matones" (sí, de aquellos a la vieja usanza mafiosa, con armas en el cinturón del pantalón), hasta la honestidad y la transparencia en todos sus frentes. Si. Porque a pesar de esta jungla aterradora, disfrazada de jardín que hoy es el negocio del fútbol, aún hay gente honesta que lucha por mantener las raíces de la cristalinidad, basados en la ética y la moral de sus valores personales. 
"Así es el negocio Gonzalo" me decían algunos intermediarios. "Son las reglas de juego", expresaban otros.  

Hay mucho más. En Brasil por ejemplo , esa fabulosa "fábrica de talentos" casi el 80% de los clubes de la periferia pobre de San Pablo, donde surgen muchos de los grandes cracks, han sido manejados por el Primer Comando de la Capital (PCC), la organización criminal más poderosa de Brasil, que se dedica al narcotráfico y las armas, pero desde  hace tiempo quieren hacer negocios vendiendo jugadores, como forma de lavar dinero.
Luego de años de estudio en el tema, sigo pensando que a pesar de la realidad de "vender" talentos como pedazos de pan como sucede en nuestra empobrecida y necesitada América Latina, África sigue llevando la peor parte, aunque cada año que pasa nos estamos pareciendo mas, por el color de la necesidad, por el color de la supervivencia. En Costa de Marfil, por citar uno, allí en el África Subsahariana., donde 39 de los 42 países registra el 90 por ciento de la mortalidad infantil en el mundo, la pelota ya no es un juego. Es la única posibilidad de seguir viviendo. 


Pocos saben por ejemplo que a Europa llegan cerca 10.000 niños entre 6 y 16 años, provenientes en su mayoría de lugares pobres del tercer mundo corriendo detrás del sueño de convertirse en estrella de fútbol. Sin embargo, detrás de razones de ayuda humanitaria o intercambio cultural se esconde un negocio en el que un niño abandona su condición de tal para convertirse en una cifra millonaria, dejando al desnudo una realidad en la que se enmarca el flagelo del tráfico y la explotación de menores.

El gran maestro del fútbol y la vida que para mi es el argentino Jorge Griffa, una vez dijo que toda esta situación era causada:  "1) Por los millones que mueven, cada vez hay más inescrupulosos que sólo ven en el muchacho que le pega bien una suculenta cifra caminando. 2) Por la falta de trabajo y la angustia económica, y por eso cada vez son más los padres que apuestan a las piernas de sus hijos e imaginan un futuro sin necesidades. Y en nombre de esa ilusión ponen el destino familiar en manos del primer chanta con traje y celular que se les cruce".
Nada más que agregarle al Maestro Griffa. 

La ecuación es muy sencilla: Inescrupulosos +Dirigentes "vivos"+ padres tentados, arrastrados por la necesidad = Negocio y explotación.

A lo mejor si les nombro a un tal "Carlos Martinez, pocos saben quien es. Carlos Martinez, era un "9" de All Boys de Argentina, al que Boca Juniors del mismo país, "succionó" y, para anotarlo sin llamar la atención, usó su apellido materno: Tévez. Si. Carlos Tévez,  Así declaraba el entonces vicepresidente del modesto All Boys: Néstor Piccone, "El se llama Carlos Martínez. Lo que pasa es que acá vinieron y dijeron que se lo iban a llevar usando la patria potestad. A All Boys sólo ingresaron 10.000 dólares por los derechos federativos. Al menos eso es lo que figura en los libros. Ni un peso más. Nosotros sabíamos del potencial del chico. El ya pintaba para crack antes de que todo el mundo lo conociera. Mirá si lo íbamos a vender por esa plata. Pero era eso o nada". Piccone muestra así la cara que no se ve en las Inferiores. No son pocos los padres que aparecen por el club reclamando el pase de su hijo. Amenazando con utilizar el poder de la patria potestad para retirar a sus hijos y llevarlos a otra entidad más grande que promete viáticos o una nueva vivienda...(fuente: http://edant.clarin.com/diario/2001/12/09/d-06901.htm) 

Es por esta selva que se debe transitar hoy en el terreno del fútbol formativo, donde todo tipo de animales de caza te esperan para "cobrar su peaje" si quieres continuar camino. Con un poco de suerte, y alguna estrategia exacta, puedes evitarlos a muchos, pero el desgaste que conlleva es inhumano. Se termina desangrado al final. Cansado de tanto terreno lleno de trampas. Algunos (como yo) terminamos enfermos yéndonos a casa, con una maleta de decepciones, angustias, traiciones, decepciones. Cuando asisto a algunos juegos de niños, parece hasta normal, ver entrenadores (¿formadores?) que enseñan a niños a mentir las edades para jugar en categorías que no le corresponden, y así marcar la diferencia, otros promoviendo la violencia ("a ese que es el más habilidoso, "arrimale" una patada al minuto que después desaparece") clubes que quieren ganar sea como sea, presionando árbitros, padres devenidos a formadores sin ningún nivel pedagógico. Todo rueda en la misma cancha donde están las ilusiones de estos pequeños. Todo sucede en la misma jungla.

Muchas veces suena en mi cabeza como pesadilla, algo que me dijo una vez un importante dirigente venezolano: " a los jugadores hay que hacer como los caballos: entrenarlos, alimentarlos y luego venderlos. "business is business"

Hasta la próxima...reflexión.






domingo, 25 de septiembre de 2016

¿QUÉ NOS PASA?

Hoy he intentado hacer algo que parece fácil pero no lo es. Olvidarme del tiempo. Me quité el reloj, apagué el celular y salí a caminar por esta bella ciudad que es Punta del Este, en Uruguay. 
Creo que a veces es necesario el silencio, para que la mente deje de trabajar (y trabajarme) con sus 60.000 pensamientos diarios, que, debo confesar, he descubierto que es la causa de que a veces mi físico me reclame por tanto trabajo. 
Parece un mundo muy ruidoso cuando se siente la calma, y se para la máquina de pensar. Pero agudiza otros sentidos para poder observar (y observarme) en qué mundo estoy hoy. Y por más variable que sea mi lente de observación, lamentablemente siempre veo que algo no está funcionando bien.

Repetidas veces he dicho que vivimos un mundo de “microondas” , un mundo de inmediatez, de instantaneidad, que asusta. Creo que nos parecemos mucho a ese niñito glotón que sin la supervisión de sus padres, hace varias incursiones a la heladera (nevera para mis hermanos venezolanos) durante el día. Sólo que, cada vez que el niñito lo hace, encuentra un nuevo pastelito al que le da una mordida para luego tirarlo a la basura.

Todo lo que observo se ha transformado en una mercancía versátil: el cuerpo de una mujer sirve para vender un automóvil, un perfume o a la propia mujer… Todo el mundo compra y todo el mundo se vende… Todo el mundo adquiere, todo el mundo deshecha lo que no sirve. 

Desde la cuna al sepulcro, desde que abrimos los ojos cada mañana hasta que los cerramos cada noche, vivimos agitados por los acontecimientos que nos suceden, en un rutinario despliegue de respuestas físicas, emocionales y mentales, condicionadas y mecanizadas: inconscientes incluso de que respiramos o parpadeamos, ignorantes del latido de nuestro corazón y del real sentido de nuestras vidas. Hasta pensamos que podemos decidir cuando nos vamos de este mundo y planificamos a nuestro antojo las cosas como si fuéramos eternos.

Lo insólito es que, mientras buscamos consuelo en la satisfacción de nuestros rasgos más inhumanos como la intolerancia, la avaricia, el odio y la sed de venganza o la hipocresía, nos sentimos vacíos e incapaces de alcanzar algo que nos llene… Pero el resultado de toda nuestra búsqueda al final no es otro que la ausencia de nosotros mismos, mientras nos vanagloriamos con nuestra arrogancia como cartel de presentación sintiéndonos “yo, el único”

Si. Esta inmediatez es una comida venenosa que tiene como ingrediente principal a la arrogancia (¿o ignorancia?).
Navegamos entre  los falsos valores del éxito que nos han hecho tan arrogantes e insuficientes, que ya no somos capaces de ver nuestra propia pobreza humana, nuestras propias miserias, que escondemos bajo la alfombra, pero que no nos queremos dar cuenta que aún están ahí. Tal vez por eso no mostramos lo que somos, lo que verdaderamente somos, porque tenemos miedo de no ser aceptados bajo nuestra propia identidad y esencia.

Sólo nuestra arrogancia es capaz de impulsarnos a buscar respuestas innecesariamente complejas para problemas simples. Nuestra arrogancia ya comienza cuando desde el vamos pensamos que somos más importantes que el resto de los seres vivos, olvidándonos que somos animales conviviendo bajo un mismo techo.

Escucho mucho hablar de individualismo y nos creemos realmente seres individuales, incluso divinos, y nos apartamos de los demás en base a convertirlos en medios a través de los cuales buscamos conseguir los objetivos que se nos programan a través de esta sociedad de microondas, mientras en nuestro interior se agitan y pugnan miles de “yo”: yo quiero, yo deseo, yo busco, yo pienso, yo sé, yo tengo, yo saboreo… hasta que nuestra vida es una lucha constante de ausencias de nosotros mismos y tan sólo nos sentimos bien en el momento justo en que estrenamos un vestido nuevo, un auto caro, una casa en una zona rica, y vaya a saber cuántas cosas más que asociamos como símbolos de felicidad. Y por eso no somos felices, somos seres insatisfechos, buscando eternamente la felicidad, que cada vez está compuesta por más "cosas".

Cómo nos cuesta aceptar nuestra arrogancia! Abrazada de la  presunción, se tornan hambrientas de poder , y sólo cuando somos capaces de satisfacerla nos sentimos hábiles y con la autoestima alta, hasta para alzar nuestra voz sobre quienes nos rodean, y darles consejos como el más grande de los sabios..

Sí. Esta reflexión que uso para observar nuestra humanidad globalizada, me hace ver las cosas más claras, o al menos eso es lo que pienso, porque también he comido de la comida venenosa de la inmediatez, con una arrogancia que me traiciona pensando que las cosas son como las veo. Necesito aprender más, tengo claro que es mi único antídoto posible.

Desde la belleza de lo simple y cotidiano, desde el mundo de los amigos del alma, de lo que aún tienen tiempo para tomar un café, con risas y buen humor, hasta el mundo que se construye con abrazos y besos y donde nuestro más grande tesoro es la solidaridad y el amor entre las personas sin etiquetas que nos diferencien unos de otros, ah…ese sí es mi mundo, ese mundo sin desigualdades ni contradicciones. En ese lugar es que me siento yo mismo.

La verdad me gusta que alguien me haga ver cuán ignorante soy. Es que se me abre un mundo de posibilidades de aprender, y de intercambiar puntos de vista sin límites!

Todo es un aprende. Porque eso es lo que somos, aprendices.  Pasa durante toda nuestra vida, y no importa cuán inteligentes nos lleguemos a creer que somos.

Somos así, como el hijo pródigo que dilapida su herencia inconscientemente, sin recordar en ningún momento que en la casa de nuestros padres hasta el más humilde de los humildes comía mejor y vivía en un lugar decente, y que mejor sería regresar a la casa de nuestros padres para ser el más humildes de los humildes,  que vivir como lo hacemos…

El problema tal vez sea que ya no sabemos de dónde venimos, entonces, ¿cómo vamos a regresar?...

Buscamos fuera de nosotros algo que llene el vacío interior que sentimos sin ser capaces de encontrarnos unos a otros

¿Cómo podríamos encontrarnos a nosotros mismos?... Hemos devaluado  nuestros sentimientos hasta convertirlos  en una cuestión de acumulación, consumo y poder adquisitivo ¿cómo podemos ser capaces, entonces, de buscar el aliento vital que resulta inalcanzable para nuestros sentidos, ese aliento vital que nos hace Uno con ese “otro” al que sólo sabemos entender como mercancía, como un pedazo de carne con dos ojos, sea hombre o mujer, ya que nadie escapa a esta realidad?

Ya estoy de regreso a casa. Enciendo el celular. Coloco mi reloj. Qué rápido paso el tiempo!!
Hora de regresar a la realidad. Mejor me caliento un café en mi microondas.

Hasta la próxima...reflexión