Bielsa no es un hombre que encaja en los estereotipos fáciles. Jamás se ha vendido al elogio superficial ni al aplauso cómodo. Su verdadera esencia ha sido su integridad y su compromiso con la verdad, no solo en el fútbol, sino en la vida. Los que han tenido el privilegio de trabajar con él saben que detrás de su pasión intensa y su meticulosidad hay un hombre que se preocupa, que cuida a los suyos. Basta escuchar a los jugadores que han pasado por sus equipos: pocos, o ninguno, se han quejado de su carácter y de sus formas.
Lo respetan, no por miedo, sino porque han entendido que su forma de ser es la de alguien que quiere lo mejor para ellos. Marcelo Bielsa no es fácil de comprender a simple vista. En una época en que lo efímero domina, en que las imágenes rápidas y las opiniones instantáneas valen más que las verdades construidas con el tiempo, su figura es incómoda. No es un hombre que se ajuste a lo que se espera, ni un entrenador que busque la popularidad fácil.
Pero ahora, desde ciertos pequeños sectores de la prensa uruguaya, algunos insinúan que el tiempo lo ha vuelto agrio, que la lucidez mental que siempre lo caracterizó se empaña con la ira. Es una interpretación fácil, tan cómoda como injusta. La edad no le ha arrebatado su claridad; al contrario, le ha otorgado una perspectiva aún más profunda. Pero en lugar de hablar de su visión del fútbol, del análisis brillante que sigue entregando, de la autocritica luego de cada partido, el foco está en su carácter. Antes, era su salario el que generaba escándalo; ahora, su trato. Siempre se busca algo.
¿Qué será lo siguiente? La crítica siempre encontrará un nuevo objetivo. Bielsa no es, no ha sido, ni será, el entrenador que corteja a los medios. No se ha dejado seducir por las luces de las cámaras, ni ha buscado nunca la aprobación de quienes opinan comodamente sentados desde un escritorio, o desde las redes sociales como dueños de la verdad. Esa distancia, esa falta de interés, esa indiferencia de Bielsa duele mucho a ciertos personajes que creen que sus palabras tienen peso entre el hincha de a pie. Duele porque Marcelo no busca justificar sus decisiones ni explicar a la prensa cada paso que da. Simplemente actúa, convencido de su camino. Y esa falta de atención se convierte en un golpe al ego de muchos, y esa indiferencia hacia el ruido mediático es lo que alimenta estas críticas. Bielsa no responde, no se defiende, y eso irrita aún más. Porque en un mundo donde todo se explica, donde todos buscan protagonismo, su silencio es un desafío.
Lo que pocos comprenden es que Marcelo nunca ha estado en este deporte para agradar. Está aquí para transformar. Y transformar no es tarea de los débiles. Requiere coraje, la capacidad de incomodar, de llevar a otros más allá de los límites que creían tener. No todos pueden aceptar eso, y quizá por eso ahora surgen las voces que intentan reducirlo a una caricatura. Pero quienes realmente lo conocen saben que Bielsa no es el hombre del temperamento injusto, ni del maltrato fácil. Su historia está escrita en los recuerdos de aquellos que aprendieron a pensar, a jugar y a vivir de una manera diferente gracias a él. Al final, quienes hoy lo critican no entienden que Marcelo Bielsa nunca estuvo ni estará al servicio de su aprobación. No es la edad lo que lo ha cambiado, ni el carácter lo que está en juego. Es su indiferencia hacia lo superficial, hacia los juegos de poder de la prensa y de los egos, lo que verdaderamente molesta.
Y no solo es cierta prensa la que siente esa picazón en el orgullo. Dentro de los muchachos que han sido convocados por el Entrenador, existe, (y existirá) siempre algún jugador que no se adapte a su exigencia, a su honestidad , y que pueda también sentirse herido en su ego. Marcelo no adula, no promete puestos ni minutos sin merecerlos. Para él, el trabajo y la dedicación son las únicas monedas de cambio. Y para algunos, esa verdad es difícil de aceptar. Esos jugadores que, heridos por la falta de reconocimiento, buscan desestabilizar desde lo interno, intentan poner en duda al hombre que no los incluyó en sus planes. Los jugadores que han crecido bajo su tutela rara vez lo critican. Pero la realidad es otra. Bielsa ha sido maestro para muchos, un faro de principios inquebrantables, y lo que más duele a sus críticos es que esa integridad no pueda ser tocada ni manipulada. Hablan de él como de un mentor, alguien que no solo los formó como atletas, sino como personas. Nunca lo han señalado por su carácter, y eso es una verdad que sus detractores no pueden aceptar.
Porque simplemente no conocen a Don Marcelo… y tal vez, nunca lo harán.
Hasta la próxima...reflexión