Entonces, Bielsa creció en una Argentina de gobiernos militares, y desaparecidos, sabiendo que un día podría tocarle a él también ser un desaparecido. La historia cuenta que una vez estuvo cerca: en 1977 secuestraron -y torturaron- en Rosario, a su hermano Rafael, de 22 años, y durante meses nadie supo de su paradero.
Luego reapareció en España, condenado al exilio, de donde retornó en 1980. La historia política de Argentina no es muy diferente del gran enemigo que Marcelo Bielsa ha combatido durante toda su vida: la injusticia.
En uno de los videos que he visto, Marcelo Bielsa se muestra muy sereno cuando dice que "la injusticia es muy común", refiriéndose a que no debería asustarte si recibes menos de lo que realmente mereces. Es lo contrario lo que debería asustar, según Bielsa, ganar sin merecerlo, tener la razón en el error, comprarse el Mercedes Benz con dinero ganado sin ningún mérito. Pienso que en eso se basa el camino de Marcelo Bielsa siempre y cuando el fútbol sirva de enlace para un mensaje mayor. Un lema, una tarea cumplida religiosamente, a la que se ha dedicado sacrificándose al extremo sin que nadie más que él mismo se lo exigiera.
Caminando 30 años por el mundo del fútbol, Bielsa ha visto (y analizado) más de 50.000 partidos (un promedio de 1.666 por año), y es a partir de ese exhaustivo análisis, que Bielsa encuentra un padrón común que se repetía en las formaciones, por lo que llega a afirmar que “los esquemas básicos son 10, no más: cinco con una defensa de 4 y cinco con una defensa de 3”.
Marcelo Bielsa ha ganado más de lo que ha perdido en cuanto a partidos se refiere, y su rendimiento del 55,9% es muy superior al promedio de un entrenador, que apenas sobrepasa el 39%.
Bielsa ha ganado 5 títulos en su larga carrera (2 en Newell´s, 1 en Vélez, 1 medalla de oro en los Juegos Olímpicos con Argentina y 01 Championship con el Leeds de Inglaterra ). Según la IFFHS (Federación Internacional de Historia y Estadística de Fútbol) Bielsa ocupa la posición 13 entre los mejores entrenadores del mundo en los últimos 26 años (1996-2022), sin olvidar que obtuvo el galardón como mejor seleccionador del mundo en el año 2001 por la propia IFFHS.
Pero sigo pensando que es un mísero botín para todo lo que ha hecho por el fútbol, por su legado -como decía antes, "la injusticia es muy común"-, y su influencia que ha dejado huella en lo que hace 30 años se llamaba el fútbol del futuro, hoy el fútbol del presente.
La clave de todo esto siempre ha estado a la vista: trabajar por un resultado. Tras su salida del Leeds, creo que Bielsa (no me gusta llamarlo Loco) consiguió lo que quería, porque pocos entrenadores, incluso entre los triunfadores, pueden decir que dejaron un legado, que tienen discípulos.
Marcelo Bielsa se ha mantenido fiel a su filosofía, “trabajar para conseguir un resultado”: nadie nunca dijo que el resultado tenía que brillar como el oro.
En los últimos meses a cargo del Leeds, algunos periodistas informaban de cómo el ambiente en el vestuario del Leeds se había vuelto pesado.
Se decía que los jugadores estaban exhaustos, agotados mentalmente (sucedió también en el Bilbao), desmoralizados por la falta de resultados sobre el terreno de juego y afectados, además, por la gran cantidad de lesiones. Para respaldar la tesis de parte de la prensa, estaba el campo de juego para responder, ya que el club inglés logró entonces la salvación en la Premier League bajo la batuta de Jesse Marsch.El propio técnico estadounidense opinó sobre el preocupante estado en el que encontró a los jugadores a su llegada a Inglaterra. De repente, parecía que Bielsa era el principal responsable, el lobo feroz. Mucho se ha hablado de la metodología de entrenamiento de Bielsa, de su enfoque científico de la táctica, de cómo quería atar a sus jugadores a él llevando incluso camas al centro de entrenamiento, permitiéndoles descansar “in situ” para que nunca estuvieran desconectados. Muchos podrían cuestionar cuán equilibrado o desequilibrado era el enfoque de Bielsa, si el resultado realmente valía estos esfuerzos sobrehumanos. Por otro lado, el apodo de “Loco” (ahora si me permito escribirlo), que no es casual, puede darnos una respuesta significativa, aunque no completa.
Para llegar a una respuesta, hay que detenerse en el Leeds y respirar el aire de Yorkshire. Si ustedes paran a cualquier transeúnte y le preguntan por Bielsa, es muy probable que se pronuncien palabras dulces y llenas de elogios, para el entrenador argentino. Las calles de Leeds permiten contar lo que Marcelo Bielsa ha significado para el equipo de la ciudad -para la propia ciudad, y sus ciudadanos, a los que Bielsa siempre ha dado un trato especial, mezclándose con ellos como si realmente fuera uno de ellos: probablemente, en su mente realmente lo era-, sumido en la Championship a su llegada. El Leeds regresó a la Premier League tras 16 años de espera acompañado de su líder. Por la ciudad se ven murales de Bielsa, homenajes en cada esquina de la ciudad, porque, una vez más, el resultado no era ganar el campeonato de segunda división.
El resultado era quedar grabado en la memoria colectiva, aún a costa de estresar a los jugadores, porque el resultado exige sacrificio, sino basta buscar lo que algunos jugadores del Leeds (Ejemplo Kalvin Phillips o Raphinha) piensan de Marcelo Bielsa.
Volvemos al principio. En todo el mundo existe desde hace unos años el debate de siempre: proceso contra resultado. El fútbol también es hermoso por su diversidad, y porque puede entretener sin pasar necesariamente por la posesión. La elección que uno hace en virtud de esto es totalmente personal, pero siempre tiene un propósito inherente: ganar, o al menos intentarlo, y en cualquier caso intentarlo bien. Provocar el error del adversario, no especular sobre él, sin negar nunca la razón por la que se entrena toda la semana.
También es una cuestión de integridad. Lo que realmente diferencia a Marcelo Bielsa de todos los demás entrenadores del mundo no es su estudio en profundidad de los clubes y sus jugadores, su enfoque obsesivo de los partidos, su búsqueda famélica e insana de datos y estadísticas, la manera voraz en que analiza horas y horas de videos de entrenamiento de sus equipos. El factor que hace diferente a Bielsa sólo
tiene que ver con él mismo.
Marcelo Bielsa es un señor de casi 69 años (21 de julio), criado en una familia rica de un país como Argentina hoy extrañamente pobre, y castrado por gobiernos mezquinos. Ha sido quiosquero durante una parte de su vida que a menudo se subestima en los relatos sobre él.
Bielsa se convirtió en Bielsa detrás del mostrador, enfrentándose a los clientes, porque se dio cuenta de lo que realmente importaba en una Argentina sujeta a injusticias.
El mundo ha necesitado siempre de integridad, lo que faltaba en un Estado corrupto, desgarrado por la injusticia, por la pobreza más absurda, nunca realmente observado bajo el microscopio. Hay un mensaje mantenido en la sombra, sobre el que Marcelo Bielsa ha intentado arrojar luz a lo largo de su existencia. La gente de su país ha vivido durante años de promesas incumplidas, una condición inaceptable, porque es asesina de las relaciones humanas y del pensamiento de Bielsa: el respeto.
Bielsa se dio cuenta muy pronto de lo que realmente le importaba: no el dinero, no la profesión, sino algo que no se puede tocar, que no se puede ver, pero que se puede medir mirando a los ojos de los demás. Cuando era niño, Marcelo vio en los ojos de su padre el aprecio que tenía por quienes trabajaban y recogían los frutos de lo que sembraban. Simplemente, siempre quiso alcanzar ese estado de realización personal. Acostarse por la noche sabiendo que había dado sentido al día que acababa de pasar.
Y no hay dinero ni valores que puedan comprar ese estado. No hay vías de escape que eviten el sudor y las lágrimas que nos obligan el sacrificio, el trabajo y el compromiso. Todo es preparatorio para preservar la dicha del alma, su integridad, su camino -el correcto- hacia el mayor de los éxitos: tener la estima del prójimo.A lo largo de todos los libros dedicados a él, de las miles y miles de palabras escritas, a través de medios especializados, de la gente común, de sus seguidores, y de sus conferencias, nadie puede dudar que la figura de Bielsa provoca atracción adentro y afuera del fútbol. Y eso "obedece a que se ve en él una conducta ética, una convicción, una pasión, una honestidad y transparencia que contagian, que atraen, que se necesitan”. De alguna manera u otra, intencional o no, Bielsa brilla como telón de fondo, en un palco oscuro del fútbol, un fútbol globalizado y devorado por ambiciones desenfrenadas e intereses, muchas veces carentes de integridad, de gestiones un poco irregulares e injusticias que corren detrás de una pelota.
Más allá de su origen familiar, el adjetivo calificativo de “Loco” utilizado cuando se refieren a Bielsa por las personas en general, tiene una intención más para estigmatizar que para elogiar. Señalar o “marcar” para dejar afuera quien no cumple con los requisitos mínimos de los comportamientos y los cánones de sumisión establecidos por esta sociedad de microondas, de la inmediatez, eso que hoy llaman “comportamiento normal”. El que no es “normal “bajo ciertas reglas, es “loco”. Llevado al fútbol, como espejo de la sociedad actual, podemos entender por qué Bielsa parece una persona extraña, ajena, diferente, y se lo mira siempre con desconfianza.
Por eso, este “Loco” es un hombre de divide y vencerás. Visceralmente amado por los que piensan que el fútbol es, a pesar de todo, un tema romántico y metafísico; odiado por los que sólo captan el lado especulativo y mediático del fútbol. Una figura atemporal. ¿Cómo y por qué este entrenador de 67 años se ha sublimado en una figura de culto? La respuesta no es inequívoca, y conlleva una mezcla de sabiduría táctica sin parangón, reticencia al mundo de los medios de comunicación y los negocios, y un romanticismo heroico latente. Minucioso, detallista, trabajador y esforzado. Estudia y explica. Por su forma de enfrentar estos tiempos del fútbol, Marcelo Bielsa transforma las costumbres y las convenciones de su ocio de entrenador, en un material reciclable mucho más poderoso y profundo que los conceptos habituales sobre el juego propiamente dicho.
El futuro, nunca como en este caso, es improbable. La cortina de misterio y evasividad resiste y adquiere consistencia con sus silencios y sus ausencias, con sus rarezas y la capacidad de desorientar a cualquiera. Pero una cosa es cierta: este entrenador de casi 69 años, de perfil severo todavía es capaz de sorprender, entre su teoría de las 5 claves para ser feliz, y sus 26 formas diferentes de hacer un lateral.
Hasta la próxima...mirada