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sábado, 23 de junio de 2012

LA IDENTIDAD VINOTINTO.SUEÑO O REALIDAD?



El fútbol nos permite formar una convivencia nacional, la interacción entre sujetos de condiciones sociales diferentes, en una situación de esparcimiento, en pro de un sentimiento común identificados con un solo color.

No tengo dudas que es en el fútbol donde puedo observar la imagen democrática más hermosa y pura, el rico y el pobre, el negro, el mestizo, el blanco, el amarillo, todos juntos, ante una determinada situación deportiva del club que los identifica, se funden en un abrazo interminable, lleno de emociones, justamente por ese sentimiento de identidad sin distinción alguna, y ese hecho en particular, constituye un espacio privilegiado de representación nacional.

El fanático, ese tercer pulmón del jugador, ese guardián de la identidad, es el único que determina la legitimidad del sentimiento del Club.
Ahora bien, existe una identidad de uniformes?

Las identidades de los equipos o selecciones se expresan a través de los colores de la camisa como habíamos dicho, y de esta manera,  se convierte en el símbolo con el que se identifica el fanático y que, en algunos casos,  sirve para identificarse en el mundo y son un orgullo sin par.

Los fanáticos, y aficionados terminan por construir la identificación del nosotros incluyente: El fanático va al estadio a jugar con su equipo, no a ver a su equipo. 

 
Y si del futbol venezolano hablamos, esa identificación con la VINOTINTO, hoy ya histórica, (histórica tal vez marcada a partir de  aquel resultado de 2001, en donde se derrotó por primera vez en su historia al Combinado Celeste de Uruguay por 2 a 0 con aquellos recordados goles de Moran y Rondón), que se manifiesta hoy por hoy con un sentimiento de identidad que merece resaltar. 

Es de orden analizar si en este crecimiento de sentimiento nacional por la Vinotinto, no están interviniendo factores particulares de la propia idiosincrasia venezolana, conformada por una aleación de sentimientos regionales de rebeldía y la recuperación de vestigios históricos de su cultura, sus costumbres y sus tradiciones.

Cabe preguntarse, en estos tiempos, si estamos ante un cambio de realidad social, donde el fútbol haya desplazado al incontestable predominio del beisbol, o simplemente es el resultado de una euforia pasajera por resultados deportivos.

 
Cabe preguntarse si esa fuerza social que empuja desde las entrañas a la selección Vinotinto no es sino una gran transformación que vive el deporte venezolano relacionada con el sentimiento nacional, con un  revolucionario despertar de la sociedad deportiva, con el gran crecimiento de sus atletas, pero también un grito de cambios sociales que no se pueden manifestar en otros ámbitos, y se traslada imperceptiblemente al fútbol, ruidosamente al fútbol. Acaso será una aleación de todos estos elementos de análisis?

 Hoy por hoy en Venezuela, a los resultados deportivos, se le suma compromiso de sus jugadores por el color Vinotinto de su  camiseta, por su enseña, por el estandarte de una nueva generación que empuja, amalgamado en la esperanza y la confianza, como un alud que arrastra a familias, amigos, compañeros de colegio, compañeros de trabajo, gestando un embrión de un sentimiento nacional que aglutinan a miles de venezolanos vestidos de Vinotinto que sienten, sufren, palpitan al éxtasis del jubilo o a la amargura más profunda según el resultado de su selección nacional, y donde más allá del resultado y del extremismo emocional, se mantienen aferrados al compromiso, la fidelidad por “su Vinotinto”. 

Hoy la selección nacional es un sentimiento, y nadie tiene dudas de eso. Era pensable esta situación hace unos pocos años atrás? No tengo dudas que no. Por eso era necesario este análisis anterior de los factores que llevan a esta hermosa e incontestable realidad.

Existe hoy una especial simbiosis entre el país y su selección. Como observador que soy, puedo decir que hoy por hoy todo venezolano, niño, adulto, o viejito es un fanático Vinotinto., fanático como definición, como vocación, como sentimiento.

Ese fanático Vinotinto que como uruguayo con corazón venezolano ganó mi admiración, tiene su corazón como bandera, flameando en la esperanza de estar en un Mundial, en este caso en Brasil. Ese fanático hoy no tiene ciudad, no tiene Estado regional para enfrentar o disimular la desazón de una derrota como lo vi en el último juego contra Chile. Es huérfano del consuelo de la multitud. 

El fanático Vinotinto resiste como Napoléon en Waterloo. Resiste individual y personalmente. Su propia rebeldía lo mantiene vivo. Y ante una victoria frente a un grande como Brasil, Argentina o Uruguay, pareciera que siente ese placer de victoria que queda estampada en la historia eternamente, como el ondazo de David contra Goliat. Ese es el fanático. Ni más ni menos.

Más allá de sus comienzos de color blanco en 1926, pasando por aquella roja del 89, o con aquellas modificaciones en la franela,  donde se incluyeron los  colores de la bandera en las selecciones del  93 o 95, en un proceso claro de búsqueda de identidad e identificación social, en épocas donde además el futbol no era el primer deporte,  solo escuchamos la palabra VINOTINTO histórica, a partir de hechos deportivos concretos, que marcaron un antes y un después, donde además hubo una identificación de la fanaticada de sus colores no precisamente con su origen sino por la identificación social con ese color determinado, una mezcla del rojo sangre, de la pasión, del amor, de lo que fluye por el cuerpo cuando se viste esa franela VINOTINTO, asociada a hechos deportivos concretos.  

No olvidemos que la IDENTIDAD no es una esencia innata dada sino un proceso social de construcción.

 
Pocos saben hoy que en el mundo del futbol, este color VINOTINTO, diferencia a todas las selecciones del mundo, sea de América, Asia o África, que generalmente son relacionados con la bandera, más allá que la misma haya sido creada como fruto de la improvisación.

Es importante subrayar que una concepción adecuada de identidad nacional no sólo mira al pasado como la reserva privilegiada donde están guardados los elementos principales de la identidad; también mira hacia el futuro y concibe la identidad como un proyecto.

La pregunta por la identidad no sólo es entonces ¿qué somos?, sino también ¿qué queremos ser?  

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